¿Y sin me dicen No, o no lo consigo?
Por Jordi Vilá
Este es uno de los principales motivos por los que perdemos posibilidades profesionales, relacionales, deportivas, musicales, afectivas o de cualquier otro tipo.
El temor a la frustración, a poder vivir algo grande y a perderlo, hace que prefiramos mantenernos emocionalmente átonos, vitalmente inertes. Nuestra creencia se dirige a más vale no vivirlo que sufrir por su pérdida.
Esto provoca la carencia de grandes experiencias, tanto en la consecución, como en su posterior pérdida, las primeras porque pueden llevarnos a intensos estados de plenitud, los segundos, porque pueden permitirnos iniciar un camino de crecimiento hacia el desapego.
Hace un tiempo tuve la inmensa suerte de vivir, muy de cerca, una relación que podría no haber empezado si se hubieran dado esas premisas pero que, lejos de ello, el comportamiento fue precisamente el contrario.
Un enfermo de cáncer diagnosticado, con una esperanza de vida de seis meses y una chica que decide dejarse llevar por sus sentimientos, iniciando una relación con fecha de caducidad, ¿resultado?, la mujer me hablaba de la injusticia de la situación pero se permitía vivir la experiencia en el momento, en toda su intensidad. Hoy hace tres años que ese hombre murió tras dos años de enfermedad y, la vivencia actual de su pareja, es haber vivido una relación como nunca había vivido otra.
Si hubiera renunciado por sus miedos, por sus apegos, jamás habría podido tener unos estados emocionales como los que le fueron dados vivir
Pensamos que las cosas deben ser para toda la vida y eso es algo que nos limita de por sí, de ahí la necesidad de aprovechar el momento actual, de vivir el aquí y el ahora, de exprimir nuestro sentir y permitirnos hacerlo a fondo, sin apegos, con la consciencia de que un día eso acabará y habremos tenido una experiencia intensa, motivada por la valentía de aceptarla como tal.
Otra de las experiencias, en este caso de signo contrario, fue el apego a un entorno profesional determinado. Se planteó la posibilidad de iniciar un nuevo recorrido, plagado de incertidumbre pero preñado también de aprendizaje, posibilidades e ilusión. Una de las personas se apegó a su estado, por el temor a perder lo que ya tenía, impidiéndose la entrada a nuevos retos profesionales.
Las circunstancias actuales le han forzado a abandonar lo que pensó que era sin riesgo, para toda la vida, cercenando la posibilidad de que viviera lo que al resto le fue dado vivir.
Las leyendas artúricas no existirían sin la valentía de Arturo al extraer la espada, pese a que pudiera errar en su intento.
¿Empezamos a tomar riesgos y a desapegarnos del apego?