Un premio para ti
Por Jordi Vilá
Desde hace algún tiempo, vengo observando un hecho que debería sorprendernos: nos cuesta aceptar el halago, nos desborda, todo y que sea sentido y dicho de corazón, ya sea de índole personal o profesional, parece que nuestra cultura nos ha inculcado unas creencias que nos impiden premiarnos por nuestros éxitos y, por el contrario, nos permite castigarnos al más mínimo de los errores.
Trabajando, tanto en Coaching ejecutivo como con equipos, he podido contrastarlo y os expongo algunas de las experiencias, con la lógica confidencialidad que impide identificar personas o circunstancias.
En el caso de una ejecutiva, el solo hecho de expresarle ese reconocimiento, hacía que le quitara importancia, algo así como poner peros a ese halago sincero que le lanzaba, del tipo, bueno, tampoco hay para tanto, lo podría hacer cualquiera, sí pero….. la reflexión en ese ámbito, dio pie a que la persona tomara consciencia del nivel de autoexigencia que tenía y lo poco que se permitía disfrutar de aciertos y éxitos.
En otro de los casos, al equipo, uno muy racional, con nula exposición de sus emociones, le pedí que reconocieran, a la persona que tenían al lado, una cualidad observada en el desarrollo de la sesión. Empezaron las risas tontas, las conductas huidizas, ya que tenían que decírselo a la persona, mirándole a los ojos y en primera persona, hasta que uno de ellos se arrancó y, con ello, la magia. Curiosamente, el que lo recibía era incapaz de recibirlo y punto, siempre quería exponer alguna razón, algún matiz sobre el reconocimiento.
Termino con un tercero, en el que repetí el caso anterior, aunque con resultado notablemente distinto, ya que directamente se negaron a hacerlo, alegando que eso era pornografía emocional…. Tras mi reflexión, tengo que aceptar que no estaban preparados para eso, que realmente mi petición les desbordó de tal modo que no se permitieron ni tan siquiera intentarlo.
¿Qué es lo que nos impide reconocer nuestros éxitos y premiarnos por ellos, cuando somos tan capaces de flagelarnos ante el error?; da la impresión de que no podamos pararnos a disfrutar de lo que hemos hecho bien.
Os propongo un experimento, tomaros un tiempo y premiaros ante el acierto y el éxito, de la forma en que vosotros decidáis, quizás unos minutos de descanso, una comida distinta o simplemente una charla con vosotros mismos en la tranquilidad de una butaca. Hacerlo durante un mes y luego comentamos el resultado, ¿sabrás premiarte o seguirás con el castigo?