Un día gris
Por Jordi Vilá
Esta mañana estaba permitiendo que mi día fuera gris y que oscuros y densos nubarrones ocuparan la totalidad de mi campo emocional interno, me estaba dejando vencer por el desánimo, sin darme cuenta que permitir tal cosa es entrar en una espiral de negatividad que no lleva a ningún sitio.
Una vez he tomado consciencia de ello, he empezado a pensar en las cosas positivas que, en aquel mismo momento, estaban ocurriendo: al despertarme he abierto los ojos y todo mi cuerpo funcionaba razonablemente bien (uno ya no es un chaval y la edad empieza a notarse), miraba mi casa a oscuras, todos durmiendo y veía lo que hemos estado construyendo entre todos durante más de 25 años del inicio de esta familia, el sol empezaba a despuntar en el horizonte y me ha sido dado vivir en una época maravillosa, en una tierra maravillosa.
No quiero vivir en la queja ni en el desánimo, no quiero ni tengo derecho a ello, porque soy un privilegiado, como lo somos la inmensa mayoría de nosotros, con un techo, por más incierto que sea, una capacidad intelectual y unas destrezas que nos permiten aportar a la sociedad y percibir unos ingresos por la labor que, profesionalmente desarrollemos, o la posibilidad de tenerlos.
Yo soy el responsable de las reacciones a lo que ocurre, nadie más que yo, no es lícito buscar en otros lo que anida dentro, en mi interior y, en la práctica totalidad de ocasiones, tan solo con cambiar la posición del observador, la realidad percibida sufrirá un importante cambio; dicho de otro modo, el barco que desaparece en la línea del horizonte, empezará a ser apreciado si cambio mi posición al otro extremo del mismo.
Desarrollar estos pensamientos, fue haciendo que se disipara la neblina, la realidad seguía siendo la misma, pero mi percepción de la misma, había cambiado notablemente.
Quizás la pregunta sea ¿por qué tengo que variar esa percepción?. Desde la tristeza o el decaimiento, muy pocas cosas son posibles, incluso las hormonas y neurotransmisores generados, nos hacen tender a un tono bajo, con lo que nuestra energía se torna más un peso que una palanca. No digo que no la experimentemos, ya que es imprescindible hacerlo, lo que digo es que no pasemos ahí más tiempo del estrictamente imprescindible.
Fijémonos que incluso nuestra posición corporal cambia en función del estado de ánimo, nuestra disposición a la acción es distinta y la visión de futuro, simplemente se transforma.
Por fin ha salido el sol en mi día, ¿vas a dejar que lo haga también en el tuyo?