Tu mirada y mi mirada
Por Jordi Vilá
De un tiempo a esta parte parece que Mi verdad es la única que tiene sentido, o si mucho me apuras, nuestra verdad, en contraposición a las locas ideas de los otros, los que no forman parte de nuestra tribu, de mi tribu, algo que ya enunció Tajfel (1978), en su teoría de la Categorización Social, en la que nos agrupamos para discriminar, para sentir que mi grupo es mejor que el otro.
Parece que la radicalización elimina la capacidad racional del ser humano y le retorna a la edad de las cavernas, con poco más que el cerebro mamífero para poder subsistir, solo existe el estrecho túnel de mi conocimiento para llegar a la razón y, todo lo que no tenga cabida en él, es erróneo, no tiene sentido.
Llego a ver La verdad en algo que no llega ni a la categoría de interpretación de unos hechos, y les doy el barniz que me permita alimentar mi creencia y desvirtuar la del otro, lo cual, afortunadamente, no lo convierte en mayor verdad, despreciando todo lo que pudiera contradecir esa interpretación.
Esto es algo que persiste desde la noche de los tiempos y que se ve acrecentado en un mundo VUCA que es, precisamente, el mundo que mayor flexibilidad debería solicitar de todos nosotros, especialmente de las organizaciones, sean estas de la tipología que fueren, empresariales, políticas, deportivas, familiares o de cualquier tipología.
Con tu verdad y la mía construimos algo que verdaderamente se acercará un poco más a la verdad y que, en ningún modo, la sustituirá, ya que una multitud de miradas lo que provocan es el enriquecimiento del concepto, puesto que distintas experiencias colocarán distintos filtros e incrementarán la paleta de colores.
Es como cuando vemos un partido de nuestro deporte favorito y estamos con alguien del equipo contrario, ambos vemos el mismo partido y las interpretaciones que hacemos de él, son notablemente distintas, llegando a colegir que posiblemente sea el otro el que esté equivocado.
¿Cuánto variaría la circunstancia actual si los principales actores tuvieran la decencia, generosidad y, especialmente, humildad de ponerse en el pellejo del otro o, en una palabra, de practicar la empatía? y, por el contrario, parece que la cosificación es la tónica habitual: contra más despersonalice al otro, menos me importa mi convivencia con él, que pena, que vergüenza y que asco.
Otro mundo es posible y, para ello, deberemos construirlo entre todos, los que me gustan y los que no me gustan, los nuestros y los otros, tu y yo.
¿Qué me hace falta para poder mirar la vida con una mirada diferente a la mía?