Todo está ahí
Por Jordi Vilá
Los elementos siempre estuvieron ahí, quizás y solo quizás, éramos nosotros los que no estábamos suficientemente presentes como para darnos cuenta de que, justo delante de nuestras narices, estaba aquello que tantas veces buscamos.
O más bien, permitirme que singularice, puesto que nada peor que poner en boca de otro lo que es exclusivamente una vivencia personal que, me animo a pensar que, tal vez otros compartan.
Así, me voy dando cuenta que el aprendizaje lo tenía ante mis propias narices, no obstante, el grosor de mi capa de dios sabe que soberbia, me impedía llegar a él, y es que por más que me pueda parecer que es liviana, cuando me pongo burro no hay quién me gane, y esa capa va ganando kilos y kilos de peso.
A tenido que llegar un viaje para que me diera cuenta de la grandiosidad de las personas, de su generosidad, de su avidez de compartir, de la ausencia de maldad y las enormes ganas de Ser, simplemente, sin más abalorios que su propia sencillez.
Y como lo bueno también se contagia, que no solo lo malo, he tenido la inmensa felicidad de comprobar como todo eso se adhería a mi como si fuera un manto liviano y robusto a la vez.
Estar lejos para sentir la máxima cercanía con los míos, estar lejos para saber lo mucho que los echo a faltar, estar lejos para sentirme hermanado con las personas que me acogen, estar lejos para sentirme cerca.
Descubro que en la vida no me hacen falta muchas cosas, me hacen falta muchos sentires y, para eso, tan solo hace falta que esté presente en el momento, que preste atención a lo que me rodea y a lo que hay en mí, el resto es, simplemente, superfluo y accesorio.
Cuando estoy así, me siento parte de algo muy grande, parte de un todo, y ese todo es también parte de mí en una fusión que me hace sentir pleno y me da la serenidad necesaria para afrontar cualquier situación.
Hoy me siento Ser, ¿mañana?, no lo sé, esperemos a que llegue mañana y entonces veremos, hoy es lo que Soy.