Subordinados, Recursos humanos y otras malezas de la lengua
Por Jordi Vilá
Según el diccionario de la RAE en su 22ª edición, la definición de subordinado es, Dicho de una persona: Sujeta a otra o dependiente de ella. No sé vosotros, pero a mi me suena a las épocas de la esclavitud y, al menos en nuestro mundo, eso es algo que se abolió formalmente hace mucho tiempo, al menos en la teoría legal estricta.
Las relaciones profesionales se tornan cada vez de mayor interdependencia, las personas trabajamos lideradas por otras que, en el mismo proyecto, pasan a ser lideradas por nosotros mismos, en un baile sin fin en el que lo de menos es quien lidera si no la forma que tiene de hacerlo y la consecución de un objetivo común.
Incluso es habitual el aprendizaje de los senior por parte de esos junior “subordinados” por lo que, digo yo, no tendrán tal consideración entonces. – Matices – dirán algunos, pero sin contar con que las palabras construyen realidades y esas realidades, hacen mella en las personas que se sienten menospreciadas, humilladas e incluso pisoteadas por el léxico que se emplea con ellas.
No es extraño, incluso, encontrar artículos de gurús de la gestión que hablan en tales términos, gurús tremendamente rigurosos con otras facetas de la lengua, pero no con esta.
Es como el término Recursos Humanos, el cual ya fue el origen de un interesante libro de Ponti, F y Ricomá, C (2004). ¡No somos recursos, somos humanos! Barcelona: Granica.
Este último vocablo da pie a considerar a las personas con la misma atención que al combustible, los fondos económicos e incluso las existencias en almacenes, vamos hacia la simple cosificación de las personas en las organizaciones, unos elementos que hacen cosas pero de los que pocos se preocupan, aunque sus bocas se llenen de esa gran preocupación.
Uno de nuestros medios de comunicación son las palabras aunque, afortunadamente, estas tan solo representan del orden de un 7% del total de la comunicación, puesto que la comunicación emanada por el cuerpo, así como timbre, tono de voz, etc., se llevan la gran parte de ese contenido, no obstante, no estaría de más que cuidáramos las formas de expresarnos ya que los malos entendidos son los que dan pie, precisamente, al sufrimiento de no pocos y a la desmotivación de muchos.
¿Empezamos a construir otro mundo con otras palabras?