Su regalo
Por Jordi Vilá
Son más o menos las ocho de la tarde de un viernes, a la puerta de un comercio de alimentación una persona extranjera, un hombre de unos 45 años, abre la puerta solícita a personas que entran o salen, lo hace con una sonrisa y, mientras con una mano abre la puerta, con la otra sostiene un vaso de papel en el que suenan unas monedas.
Cerca de él, en una esquina y junto a una columna, tiene algunas pertenencias, una chaqueta raída y algunas bolsas en las que, de momento, no sé lo que hay.
Sale un ama de casa cargada con bolsas y le abre la puerta mientras le sonríe, la señora le devuelve la sonrisa y le entrega un cartón de leche que él agradece con la voz y la mirada.
Lo observo desde unos bancos cercanos, mientras mi esposa está comprando en el mismo establecimiento. Me llama poderosamente la atención ver como mete el cartón de leche en una de sus bolsas. Imagino una casa con niños esperando a que llegue papá con su salario del día, ya sea en monedas o con alimentos.
No es Navidad ni ninguna festividad en la que es obligatorio hacer el bien y ser solidarios pero la gente le regala sonrisas y contribuye a su retribución. Ignoro si es que tengo el día más observador o que realmente soy capaz, por fin, de ver lo que ocurre a mi alrededor, pero esa imagen me impacta como pocas.
Veo que mi esposa está a punto de salir por la puerta, algo que también ve él, abriendo la puerta una vez más y regalando de nuevo su sonrisa.
Me dirijo a la puerta y echo una moneda en su vaso. Tomamos la calle hacia casa y ella me comenta – nunca antes te había visto dejar nada –, algo que es rigurosamente cierto.
No digo nada, o mejor dicho, pienso en una frase que dijo ayer el presidente de la CEOE, Juan Rosell, y que me corroe por dentro como si de ácido se tratara, algo así como “el paro se acabará cuando los parados se muevan para encontrar un puesto de trabajo”.
No sé su nombre, pero sí sé que esa persona, ese hombre, ese ser humano, está prestando un servicio y no exige, más bien nos regala una sonrisa y agradece si alguien tiene algo para él.
Mi esposa tiene razón, nunca había dejado una moneda, ¿será que hoy por fin he visto algo a lo que hasta ahora cerraba los ojos?