Sordo de mi
Por Jordi Vilá
Mi cuerpo me está gritando pero no le oigo, o quizás no quiero oírle pese a la intensidad de su agonía. Desarreglos estomacales, contracturas musculares, pérdida de piezas dentales debido al bruxismo, malestar general, tristeza, … son muchos los avisos pero tan solo los achaco a una mala época, un mal momento que, tal como vino, se irá.
No soy consciente de la trascendencia de la llamada de mi cuerpo, mi mente niega la evidencia y soy el único ciego en mi entorno que me percibe ya en el borde del abismo.
¿Te suena familiar?, es posible que no, porque yo sé que esto a ti no te está ocurriendo, que esto es algo que solo les pasa a otros pero nunca a ti, alguien con un nivel de resistencia mucho mayor que la gran mayoría. Ya lo dicen, – en peores plazas he toreado – , ignorante de que esta es una plaza de la que, cuando se sale, difícilmente se vuelve a entrar: se llama vida y no tiene la capacidad de retorno.
No hace muchos días alguien me decía que tampoco era necesario hacer grandes cambios y, la pregunta que me venía era ¿qué es un gran cambio para ti?, porque quizás ese gran cambio fuera, simplemente, empezar a escuchar a tu cuerpo, refugio de tu esencia.
¿Qué es lo que tanto me asusta que lo ignoro?, ¿qué es lo que oculto tras el disfraz de la indiferencia?, ¿qué es lo que me hace negar la evidencia?
Escucharse a sí mismo es el principio del principal de los diálogos, pero hay que estar dispuesto a ello, hay que manifestar una disposición a aceptar aquello que la cognición rechaza. De algún modo, hay que querer querer.
Negar la evidencia no va a hacer que esta desaparezca y, bien al contrario, animará a esos signos a manifestarse con mayor virulencia, hasta que no sea yo solo el afectado y también mi entorno más próximo se vea removido por mi ceguera.
¿Qué es lo que no estoy dispuesto a escuchar en mi?