Siento tu marcha
Por Jordi Vilá
La muerte es dura, en ocasiones por inesperada, en ocasiones por injusta, siempre porque nos deja un vacío, un vacío que duele tanto como el más profundo de los cortes, un vacío que nos desgarra y nos deja solos, un vacío que nos hace sentir, en ocasiones, huérfanos de esa persona que se fue.
Y así aguantamos, porque toca, porque no se espera otra cosa, porque es la norma, porque, porque, porque, y ahí es dónde asoma la persona quejosa de cuidarse y se dice – ¿y yo, dónde quedo yo? –, porque más allá de convencionalismos, ese vacío quiere encontrar una explicación.
Y esa explicación, simplemente es, formando parte de la vida, siendo parte integrante de esta, porque tal es la partida de esa persona tan cercana, tan querida y, sobre todo, tan vivida.
Veo sus manos, oigo sus palabras, huelo su olor, incluso me parece sentirle ahí, seguramente porque ahí es dónde está, al menos mientras mi memoria le guarde.
Necesito transitar por el camino de la tristeza, de tu marcha, de la soledad, de saber que no estás. Habrás sido mi pareja, mi hermana, mi compañero o mi amigo, simplemente siento que estuviste ahí y me llenaste con tan solo tu presencia, aunque hoy partieras quién sabe con qué destino.
Somos muchos los que sentimos el dolor de tu marcha, ese dolor lacerante que un día el tiempo se encargará de hacer más soportable, y ese dolor cada uno lo sentimos de diferente forma, todas lícitas, todas dolorosas.
Déjame que sienta y déjame también que exprese mi sentir, sin falsos pudores, enseñando también a aquellos que nos siguen que la expresión de la emoción es una expresión sana, que lo insano es lo contrario, esconder el sentimiento, guardarlo en la caja del que nunca le permitiré salir.
Esa expresión les permitirá expresarse a ellos también, tan solo porque alguien, algún día, se permitió sentir, expresar y compartir, entonces el cambio llegará y la emoción ya no estará proscrita.