¿Raíz o consecuencia?
Por Jordi Vilá
Era sábado por la mañana y la actividad realizada era una clase de estiramientos corporales, una buena forma de llegar a percibir partes de nuestro cuerpo que podemos ignorar que existían, hasta que notamos un pequeño dolor en ese lugar desconocido que, además, al día siguiente y mediante un punzante recuerdo, nos garantiza que va a seguir allí. Os puedo asegurar que es un descubrimiento continuo.
En un momento dado, mientras estamos en una posición de total relajación, el guía de la actividad, nos dice que esa posición, con el sonido que hacen nuestros cerebros, es imposible de mantener, así que iniciamos una relajación profunda que nos permita aquietar el movimiento de nuestro consciente, dejando nuestra mente vagar sin rumbo alguno.
Al acabar la clase, tengo que reconocer que el efecto había sido terapéutico, aunque sin negar que el domingo pagué con creces no cuidar esas partes de mi anatomía que fueron un descubrimiento tener.
¿Qué diablos me está contando este?, pensaréis. Bien, ahí va. En demasiadas ocasiones buscamos las causas en lo que no son más que las consecuencias, con lo que no hacemos más que enmascarar el mal y parchear su síntoma, hasta que se hace soportable, algo que realizamos en todos los órdenes de nuestra vida, en la personal, en la profesional, en las escuelas, en las empresas, en… cualquier tipo de colectivo o actividad en la que estemos inmersos.
Hay mucha gente que utiliza férulas de descarga, como remedio al bruxismo; quien acude al masajista para descontracturar la espalda, quien despide al empleado díscolo o crítico, quien castiga al alumno que considera perezoso y así un largo etcétera, poniendo el foco en la consecuencia en lugar de ponerlo en la raíz para hacer desaparecer por siempre la disfunción.
Dicho de otro modo, utilizamos demasiado las gafas de ver de cerca y demasiado poco las de ver de lejos, las de tener una visión holística de la situación, lo cual nos permitiría percibir las raíces de esos problemas y atacarlos de un modo más adecuado.
Si tengo bruxismo, quizás sea más adecuado aprender a relajarme, como con la contractura de espalda; despedir al empleado díscolo, no hará más que perpetuar el problema, quizás sea más operativo analizar su crítica y, a partir de ahí, diseñar la solución más adecuada; si el alumno es perezoso, quizás sea superdotado y esté aburrido, tenga problemas emocionales o atraviese un mal momento y castigarlo no suponga más que agravar la situación…
Propongo tomar tiempo y distancia, observar con detenimiento y, entonces sí, determinar qué es causa y qué consecuencia.
¿Subimos al mirador de nuestra vida para verlo de forma más global?