Puerta abierta
Por Jordi Vilá
Estos están siendo unos días de auténtica eclosión y alegría. Personas que empiezan a conseguir sus objetivos, que dan los primeros pasos en dirección a ellos, algunas se han quitado el sueño de las orejas, otras han encontrado el coraje que buscaban para enfrentarse a sus miedos y han sido capaces de dar el paso que necesitaban.
Personas todas ellas con altísimos niveles de autoexigencia que apenas creían en ellas mismas tras esa máscara de perfección y cumplimiento. Definieron un objetivo, diseñaron un plan pensando en grande y lo cumplieron, con sufrimiento, con esfuerzo, y es que no hay éxito sin ese cóctel.
Ayer mismo recibía un correo de una de ellas que me contaba su camino entre la desesperación y su cima. Necesitó empoderarse, ver que era capaz de Ser quien quería ser, que podía dar el paso, ya fuera hacer esa llamada, cruzar esa puerta o tener esa conversación pendiente.
La verdad es que me puso la piel de gallina, ya que he tenido el privilegio de vivir una parte de su tránsito de las sombras a las luces y sé que no ha sido un camino fácil, que ha sido un camino en el que ha tenido que ir desmontando, una por una, creencias que la ligaban a un estado que no era el suyo pero que ella pensaba que sí y, lo que es peor, que no podía escapar de ahí.
Los goznes de las puertas que esas personas han tenido que abrir, lloraban por el oxido depositado de años y años de estar cerradas, han tenido que engrasarlos, abrirlos poco a poco y en pequeñas dosis hasta que se han visto capaces para abrirlas de par en par.
¡¡Que grandes sois!!, tu, y tu, y también tu sabéis que hablo de vosotros, que mi admiración es para ti por esa valentía, por ese coraje que pensaste que no estaba ahí y que yo veía en tu interior.
Disfrutar del momento, ver como la Vida se ha vuelto un poco más grande, un poco más Vida, acabando con años de limitaciones que solo estaban en tu cabeza.
¿Cómo es estar ahí?, ¿Cómo es haberlo conseguido?