Profesional independiente (autónomo), ¿puedo vivir de esto?

Foto: Jordi Vilá

En mi caso, el 2 de diciembre de 2024 hará 15 años que puse el cartel de “disponible para terceros” en el mercado laboral, un autónomo al uso, vamos, aunque bien es cierto que me gusta más el término de profesional independiente o liberal, por aquello de que soy un profesional que no depende de una organización jerarquizada.

Una empleada de banca me dijo cuando se enteró: pasas a ser parte de los vacunados, y es que no verás demasiados autónomos con la baja por enfermedad, incluso los médicos del CAP nos miran con cierta curiosidad científica, habida cuenta de nuestra productividad.

Fue una decisión meditada y certera y, vista con la perspectiva del tiempo, de lo único que me arrepiento es de no haberlo hecho antes, hubiera vivido una plenitud sin precedentes en la economía y me habría ahorrado padecimientos corporativos inútiles, lo que traducido significa mucho trabajo, que es lo que perseguimos a fin de cuentas los profesionales liberales o independientes.

En su día supuso lo que yo pensaba que era un salto al vacío que no fue tal, ya que llevaba 25 años tejiendo mi red de seguridad, una red de contactos, de aprendizajes y de aplicaciones prácticas. Esa red se extendió dándome una seguridad que no habría imaginado y es que, a fin de cuentas, cuando tienes una trayectoria coherente, honesta y con buenos resultados, no tiene por qué truncarse, es cuestión de organizarse, prepararse para lo peor y esperar lo mejor.

El mayor miedo que he podido constatar en diferentes colegas es el de los ingresos recurrentes, deja de venir una nómina garantizada cada fin de mes y se abren las puertas de la incertidumbre, grandes y oscuras en un inicio, hasta que aprendes a convivir con ellas y llegan a convertirse en puertecitas sin más.

El ejercicio liberal o independiente de la profesión, en mi caso Coach, Mentor, Consultor y Formador (iba a poner confesor, pero se incluye en todas las anteriores), requiere una formación continua, una continua interacción con otros colegas de los que aprender, a los que formar y con los que colaborar.

He tenido la inmensa satisfacción de tener alumnas que han sido después mis maestras y mis clientas, clientes que han sido después compañeros de viaje en algunos proyectos, algo que me ha permitido ver la inutilidad de un ego engordado y artificial, nadie es más que nadie y todos juntos formamos el mejor de los conjuntos.

Y, ¡cómo no!, llegó una crisis galopante que se lo llevó todo por delante, que llevó el agua, no ya al cuello, sino a la altura de la nariz, y como todo pasa cuando remas con fuerza, aquello también pasó y la inundación dejó como sedimento algunas cicatrices y muchos aprendizajes, y también excelentes amigos que llegaron a serlo a través de la ejecución de proyectos.

¿Sabéis?, en estos tiempos he podido descubrir que existe más bondad que maldad, que hay más gente dispuesta a ayudar que a boicotear (que, como las meigas, haberlas haylas) y que el respeto y la credibilidad se ganan día a día.

La autonomía profesional es posible, requiere planificación y una pizca de locura, y sopesar si la relativa seguridad de un empleo, por alto que sea el cargo, vale la pena o vale más arriesgarse por esa relativa inseguridad y la plenitud de alcanzar un propósito de vida.

Alguien un día me preguntó si podía garantizarle su nivel de ingresos, que era ciertamente elevado, y ahí es donde uno mismo debe tomar partido. No te diré que si quieres puedes, te diré que si quieres, es posible que puedas. El resto es cosa tuya.

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