Pozos de riqueza
Por Jordi Vilá
Diría que desde siempre he encontrado organizaciones con un claro sesgo hacia una de las actividades que realizan, ya sea producción (fuerte implicación industrial), comercial (en empresas comerciales), finanzas (organizaciones con fuerte flujos de caja como la distribución moderna), etc.
El problema no radica ahí, radica en el hecho de que ese sesgo tan acentuado, devenga un claro menosprecio del resto de actividades realizadas, lo que podríamos denominar los procesos de soporte que serían, en la práctica, todos los demás.
Hasta ahora, no he conocido organización alguna capaz de existir sin políticas bien estructuradas de gestión de personas (por favor, olvidemos ya el término anacrónico Recursos Humanos), sin una contabilidad organizada, unas finanzas bien planificadas, una administración organizada y eficiente, y cualquier otro bloque de actividades que, de no ser imprescindibles, simplemente, no se realizarían en una época de búsqueda de la máxima eficiencia, con todo lo que ello implica.
Lejos de ello, todos esos procesos de soporte, pueden catalizar una fuente de reducción de costes y aumento de las ventas, algo que se ha dado en llamar beneficios, sean del tipo que sean, ya que no siempre serán económicos.
El ataque a las áreas no críticas (hasta que se tornan tales), suele ser moneda de cambio corriente, algo que llega a ser fomentado incluso por el Comité de Dirección o por los primeros gestores de la organización, cuando no por el propio Consejo de Administración.
Dentro de mi práctica profesional, he visto eliminar de un plumazo, en una cadena hotelera nacional de cierto volumen, todo su departamento de Recursos Humanos (así lo llamaban), con lo que de pérdida de talento y atención a las personas supuso, pérdida de conocimiento, de productividad, aumento del absentismo, etc.
He visto también en un laboratorio, esencialmente comercial, como todas las áreas de soporte llegaban a sentirse el patito feo, ya que no eran consideradas en absoluto. La toma de conciencia de ello por parte de su máximo gestor, provocó un cambio de cultura organizativa que produjo un interesante aumento del conocimiento, unas sinergias hasta aquel momento desconocidas y una mejora de su imagen de marca provocada por el aumento en el orgullo de pertenencia.
Tu, como líder de tu equipo, o como miembro del comité de dirección, o como máximo ejecutivo de la organización e incluso como miembro del consejo, ¿qué piensas hacer con esto?; porque está claro que, si no aportan valor, debes eliminarlas pero, si lo hacen, deberías mimarlas.
No imagino un equipo de fútbol en el que todos fueran como Mesi o Ronaldo, dudo que ganaran partido alguno, y es que necesitan quien les pase la pelota, quien tape la portería, quien impida que el mercado les meta goles, e incluso quien mantenga sus músculos con la tonalidad adecuada.
¿Y ahora?