Percepciones distintas de una misma realidad
Por Jordi Vilá
Cada vez me voy dando más cuenta de que la realidad, tal como yo la percibo, solo es percibida por mi o, dicho de otro modo, mi realidad es función de quien yo soy, no de lo que es ella en realidad, algo que la Programación Neurolingüística, define como el mapa y el territorio, haciendo especial hincapié en no confundir el uno con el otro, ya que el primero es una representación del segundo.
Esto podría parecer una veleidad, si no fuera la raíz directa de la mayoría de nuestros conflictos, especialmente en los entornos más competitivos, como puedan ser los profesionales, sean estos cuales sean, algo que queda salpicado por la soberbia y la falta de humildad.
En los equipos de trabajo, vemos como la diferencia de interpretación (Mapa) de la realidad (Territorio), da pie a la generación de fuertes controversias, positivas ellas si carecen de esa soberbia expuesta en el párrafo anterior, y tremendamente nociva si esta campa a sus anchas.
Nosotros somos en función de unos condicionantes, unos genéticos, otros culturales y otros educacionales, por tanto, incluso dos hermanos gemelos percibirán de forma distinta la realidad que viven, ya que la emocional, por ejemplo, puede ser notablemente distinta y, por tanto, aquello que se observa (o se vive), quedará impregnado por esa pátina emocional, recibiendo una lectura determinada, distinta una de otra.
Si tuviéramos la precaución, generosidad y humildad de ser más curiosos, mucho más curiosos, podríamos explorar muchas otras percepciones más allá de las nuestras; ¿por qué digo esto?, porque la mayoría de veces, atacamos directamente a la yugular, sin preguntarnos el porque esta o aquella persona, puede tener percepciones tan notablemente distintas a las nuestras, sin la conciencia de que elementos culturales pueden modificar esa realidad de una forma determinante.
Esa es la riqueza de trabajar en entornos multiculturales, aquellos en los que personas de diferentes culturas, comparten un mismo proyecto al que aportan la riqueza de su visión. Tengamos, por ejemplo, un mismo idioma, el castellano, pero distingamos la diferencia de significados de una misma palabra, que puede dar pie a profundas desavenencias.
Cuando nos mostramos curiosos, esas diferencias afloran; el simple hecho de preguntar ¿qué te molesta del hecho de que haya guardado tu tarjeta?, dará pie a una explicación que enriquecerá mi mapa del territorio.
Pongámonos en la posición del niño pequeño, aquel al que no le da miedo preguntar nada, obtendremos una mayor comprensión de la realidad y un menor número de conflictos.
¿Con qué gafas quieres ver el mundo?