No todo vale, los límites son necesarios
Por Jordi Vilá
Es algo higiénico y necesario: los límites, y es que, si no los pongo yo, serán los otros los que me los pongan, algo que ya me había pasado con excesiva frecuencia en otro tiempo, algo que ahora veo como “otra vida”
Es curioso ver como quién intenta imponerse, puede tildar de rigidez e inflexibilidad el posicionamiento de la flexibilidad hasta unos límites razonables que, en ningún caso, se pueden transgredir, so pena de pisotear mis valores de la forma más absurda, tan solo por sentirme aceptado por alguien que, francamente, no lo merece.
Un no a tiempo es una victoria de la esencia personal, en cualquier orden de la vida, ya sea en el profesional, familiar, pareja, ocio, etc.
Culpo a los demás de que me estrujan hasta la saciedad, de que se aprovechan de mí cuando, la realidad, es que esa es mi posición de víctima, dado que mi responsabilidad es respetarme a mí mismo para pedir después el respeto de los demás.
Soy yo el que debo negarme cuando considero que aquello que me es demandado, excede a los límites que he fijado, sean o no razonables para el resto del mundo, sin olvidar que la forma en que veo el mundo me faculta para hacerlo.
Contrastar el lugar que ocupo en mi lista de prioridades es un proceder higiénico para mi propia autoestima, una práctica que no debería olvidar nunca; vendría a ser algo así como la red de seguridad.
Mucho se ha hablado de la asertividad, del saber decir no y de poner límites, algo que debería formar parte de nuestra educación y que, desgraciadamente, no forma parte de los principios y actuaciones de muchas personas que se ven desbordadas por las peticiones de otros.
¿Cuántas veces más dirás Sí cuando querías decir No?, ¿cuántas veces más aparcarás tus deseos por los deseos de otros?
Mañana es tarde, ahora podría ser el mejor momento para empezar.