Nido vacío
Por Jordi Vilá
28 maravillosos años, bueno, de hecho algo más pero, para hacerlo redondo. Construir el nido día a día, darle el calor de un hogar y fortalecerlo con sólidos cimientos en forma de valores, así es como empezó todo.
El tiempo va pasando y un buen día tomo conciencia de la verdad de los versos de Kahlil Gibran (1923), el poeta libanés:
Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque esté contigo
no te pertenecen
¡Qué ciertos se revelan ahora!
Los vimos crecer, los vimos evolucionar de criaturas a personas adultas, vivimos sus miedos y también sus ilusiones, velamos porque sus vidas fueran suyas y de nadie más, y llegó el momento, y volaron, a construir otras casas del futuro que nace hoy.
¡Hay tanto que agradecerles!, sus enseñanzas desde bien pequeños, sus grandes dosis de coherencia infantil, de certezas como puños y, en una palabra, de miradas que ansiaban saber.
No puedo ni quiero olvidar tampoco esa etapa adolescente en la que, todo se va colocando y cada día es un nuevo descubrimiento para ellos, y también para nosotros, un continuo aprendizaje de aquellos que ya estaban siendo.
Un día la pequeña, ante mi afirmación “me hago mayor” me dio una nueva sopa de conciencia en forma de frase lapidaria: “yo me hago mayor, tu envejeces”, y bendito envejecimiento que me permite verles volar, tanto en la luz como en la sobra, a veces bajo, en ocasiones tocando el cielo.
Sabio universo, que les pusiste en nuestro camino para acompañarles ni que fuera un trecho, cuanto agradecimiento por ello, y cuanto calor de corazón, como una buena manta en un día frío.
No acaba un camino, tan solo cambia su aspecto y, lo que un día fueron 2 caminos unidos, se tornan hoy cinco, cada uno con sus colores, sus matices, sus particulares ingredientes que crean diversidad de ese tronco común.
La aventura sigue y, en mi caso, diría que fortalecida, empieza una nueva etapa, una en la que lo recorrido hasta ahora lo veo como la mejor de las experiencias.
¿Qué cambiaría?, con una total seguridad mis prioridades de antaño, dejaría de darle importancia a algo que, a fin de cuentas, era pasajero, por algo que me da calor y abrigo de por vida.
Dicen que el nido se vacía y no estoy de acuerdo, el nido cambia su forma, y sigue estando lleno.