Mi impacto en los pequeños
Por Jordi Vilá
Por favor, visualiza el siguiente vídeo, dura algo más de un minuto, después acompáñame en la lectura de algunas reflexiones:
Oigo hablar a mis hijos, ya adultos, y la verdad es que me siento orgulloso por su coherencia entre lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen, algo poco habitual en este mundo nuestro, como también lo siento al ver que se han construido como adultos responsables y autónomos.
Y también siento cierto miedo por ver que muchas de las posturas que hoy mantienen son creencias y valores transmitidas por nosotros, sus padres, y siento cierto resquemor porque con algunas de ellas les hemos trasladado nuestros propios fantasmas, aunque bien es cierto que hay discrepancias, ¡sanas y bienvenidas discrepancias!
Fui un padre joven para los tiempos que corren, 26 años con el mayor y 31 con la pequeña y me temo que no era consciente de la importancia de mis comportamientos y mensajes ante los chiquitines.
Durante los siete primeros años de vida las criaturas absorben lo que ven y lo que viven con una facilidad pasmosa. Si digo que ésta o aquella idea es dañina, eso es lo que ellos interiorizan, si mis odios van dirigidos hacia un colectivo concreto, no tengáis duda que a ellas les pasará algo parecido, y así con todo.
Eso es lo que llamamos los introyectos, o creencias que nos han sido inculcadas en nuestra infancia y que hemos dado como verdades absolutas que no se cuestionan, verdades que pueden llegar a amargarnos la vida.
Hoy soy consciente del buen trabajo realizado en ciertos aspectos, al transmitirles unos valores, una forma de vivir su interioridad…y también de haber transmitido algunas creencias que no les han hecho ningún favor aunque, eso sí, con la mejor de las intenciones.
Cuando les digamos a nuestros hijos – tu no puedes hacer esto – o – eres tonto – o, tantas y tantas cosas, recordemos que para ellos son verdades que llegarán a pesar como losas de granito; no nos damos cuenta y vamos forjando ese sistema de creencias.
Si fomentamos su autoestima, su valor, su tolerancia y mente abierta, ese es el tipo de adulto que, muy posiblemente, veremos reflejado al cabo de los años. Si lo que sembramos es odio, radicalismo y desprecio, esa será la persona que llegaremos a ver.
Realmente, no hay recetas mágicas para nada, y menos en la educación de nuestros hijos, algo que no admite el cortoplacismo.
Construir el sistema de creencias es, hasta cierto punto, automático, deshacerlo obra de toda un vida, cada cual decide cómo quiere influir en aquellos a los que tiene el privilegio de acompañar en su camino.
¿Soy consciente de la repercusión de mis actos y palabras en los más pequeños?