Mente abierta
Por Jordi Vilá
No cabe duda de que nuestro cerebro nos ahorra una buena parte de reflexiones gracias a vivencias anteriores o a sistemas de creencias profundamente arraigadas en nuestro consciente e inconsciente, así, nos advierte de los peligros cuando prevé una situación potencialmente adversa y de los placeres cuando así lo estima.
Esto quiere decir que, cuando veo una oportunidad de negocio, sabré si es potencialmente positiva o negativa, si veo a una persona de una etnia determinada, creeré saber cuáles son sus potencialidades, y lo mismo me ocurrirá con la religión que practica o la forma de vestir que tiene.
Que duda cabe que todo esto me proporciona una importante fuente de eficiencia ya que me permite utilizar mis recursos de una forma óptima…o al menos eso es lo que creo, no obstante, no siempre es así.
Fijémonos que no estamos hablando más que de prejuicios, algunos en positivo y otros en negativo, pero prejuicios al fin. El hecho de haber tenido éxito en una empresa en determinadas circunstancias, no implica que estas se repitan, como tampoco lo es al contrario. Que el resultado de un proyecto determinado haya sido fallido en unas circunstancias, no implica que lo sea en una nueva ocasión, y es que hay una multiplicidad de factores que concurren y que quizás no consideramos.
Hablo con conocimiento de causa, ya que la vida me ha ido dando ejemplos suficientes como para haber aprendido la lección, no obstante, aún me encuentro utilizando estos prejuicios y, o bien vuelvo a perder oportunidades que me habrían resultado muy útiles, o bien me estrello, pensando que el éxito está asegurado.
Mi propuesta es que, ante un determinado suceso en el que mi sistema de creencias me ponga en alerta, deje de descartar la opción tan solo por eso y analice en profundidad la situación, como si de la mente de un niño de 5 años se tratara, como si fuera la primera vez que me ocurre.
Contratar a alguien porque proviene de una escuela determinada o rechazar a otro porque tiene una edad superior a la que estimo más adecuada, puede ser tremendamente contraproducente.
Si bien es cierto que hay determinadas circunstancias en que hacer caso a nuestro instinto es lo adecuado, también nos sorprenderá utilizar la mente del aprendiz y dejarnos sorprender por la propia vida…
¿O sigo pensando que los perros son malos por que, cuándo era pequeño, uno me mordió?