Maravillosa soledad
Por Jordi Vilá
Quietud, paz, serenidad. Mis ojos están cerrados, mi mente se pierde en mil espacios, conocidos unos, extraños otros. Estoy solo, ¿solo?, no lo sé, porque la verdad es que estoy conmigo y eso me reconforta y me aporta esas sensaciones.
No siempre fue así, hubo una época en que me aterrorizaba estar a solas conmigo, siempre tenía que haber gente, ruido, movimiento. Hoy sé bien la raíz de ese temor: verme desnudo, con miserias y grandezas, algo que me llevaba a buscar continuamente el ruido, tanto interior como exterior.
¿Qué había en mi, que era que me hacía evitar su contacto?, la verdad es que habían zonas de luz y zonas de sombra, y hoy sé que no existirían las unas sin las otras, como no hay día sin noche. Hoy las acepto, unas y otras, en todas sus facetas, en todos los roles, viendo que la perfección está, precisamente, en la propia imperfección.
Soledad, soledad para estar conmigo, para sentirme, notarme, pensarme, soñarme y, sobre todo, Vivirme, en toda la intensidad, permitiendo a mis sentidos captar todos los matices, explorar todos los senderos internos y descubrirme, como el bebé descubre sus manitas, sus pies o la primera vez que se refleja en un espejo.
Debatíamos con un amigo las personas que no son capaces de estar solas, que siempre necesitan de otras, ¿qué les lleva a eso?, ¿qué miedos anidan en su yo más íntimo?, ni más ni menos que los mismos que un día anidaron en cualquiera de los que sentimos hoy la paz estando solos.
Maravillosa soledad esta soledad buscada, esta que me permite bucear en mi interior, oír mis propios silencios y ver en esta vulnerabilidad mi propia grandeza. Ya no hace falta huir más, es una sensación de plenitud saber que puedo abrir las puertas que, hasta hace bien poco, estuvieron cerradas.
¿Ruido?, ya solo cuándo quiero que lo haya
¿Hay algo que te asuste de la soledad?