Los principios del Coach según Rogers
Por Jordi Vilá
Ayer encontraba un artículo que hablaba del que, para mí, es el precursor del coaching, Carl Rogers (1979), el cual preconizó que, para poder acompañar a personas en su desarrollo, el profesional, debía cumplir 4 principios:
- El grado de comprensión empática del cliente expresado por el asesor.
- El grado de actitud afectiva positiva (respeto positivo e incondicional), mostrado por el asesor hacia el cliente.
- El grado de sinceridad del asesor y la medida en que sus palabras corresponden a su propio sentimiento interno.
- El grado en que el componente de expresión afectiva de la respuesta del asesor concuerda con la expresión del cliente[1]
Hoy ha vuelto a aparecer en la clase de Neuroliderazgo del profesor Unai Vicente, cosa que me ha hecho reflexionar sobre mi labor como coach.
Realmente sin cumplir los preceptos del Maestro es imposible poder realizar el acompañamiento y, de hecho, me enamoro metafóricamente de mis clientes, algo que recomiendo a mis alumnos cada vez que tengo ocasión.
Poco a poco he ido desterrando mis prejuicios cuando estoy con el cliente, algo que me lleva a un nivel de empatía que nunca antes había experimentado, pudiendo ver aquello que le atormenta e ilumina y actuando como el abrelatas de su interior.
No soy quién para juzgarles, cada cual tiene una vida a sus espaldas y un futuro por construir en el presente, dicho de otro modo, todos tenemos un pasado que nos condiciona pero que en ningún caso nos determina, y consigo ver aquella parte brillante que ellos aún no pueden ver y está ahí.
Ese es el gran descubrimiento que hacen y, entonces, todo su mundo cambia y, desde ahí, se abren unas posibilidades que hasta entonces eran impensables, ¡que bella es esa luz, que brillante!
Cuando se abre esa puerta, muchos de los miedos salen por la ventana, ya no caben en esa casa del Ser que es ocupada por su esencia.
¿La diferencia?, cuando llego a honrar a Rogers, veo la persona que tengo delante, la acepto y la admiro, con sus luces y sus sombras, y es entonces y solo entonces cuando se produce la magia de la transformación.
[1] Bibliografía: Rogers, C. (1981). El arte de convertirse en persona. Mi técnica terapéutica. Barcelona: Paidós