Ligero de equipaje

Foto: Jordi Vilá

La semana pasada iniciábamos un proceso importante para mi esposa y para mi, abandonábamos el domicilio que fue familiar durante más de 25 años, aquel en que nuestros hijos se hicieron niños, adolescentes y adultos, aquel en el que aprendimos a ser mayores, aquel que nos vio crecer, que nos acogió en nuestras alegrías y en nuestras tristezas, aquel en el que vivimos las más alocadas experiencias, de algún modo, dejábamos aquello atrás para abrazar nuestro nuevo hogar.

Ahí confirmé que para poder avanzar, hay que soltar lastre, hay que andar ligeros de equipaje, en todos los sentidos, especialmente en los materiales porque, a fin de cuentas, nuestro hogar va con nosotros, está donde estemos nosotros y no lo marcan unas paredes, una ciudad o un puñado de cosas.

Mi vivencia en esta sociedad en la que estamos inmersos es que lo tangible es lo que vamos integrando en nuestras vidas cuando, realmente, es precisamente lo inmaterial lo que configura nuestra realidad, aquel aroma, aquel recuerdo, aquella mirada, … y eso queda de forma perenne en cada uno de nosotros, de algún modo y como nos decía Saint-Exupéry, lo esencial es invisible a los ojos.

Pude contrastar con todo rigor, que lo material es solo lastre, un lastre que pesa, que me ata, que me limita, encontré cosas que hacía más de 20 años que no veía, adornos que vivían el sueño de los justos ocultos en un cajón, cosas que guardaba por si acaso, tal como dejo abiertas ventanas en el navegador por si vuelvo a necesitarlas, cuando sé que no tiene sentido.

Y eso puedo llevarlo a cualquier área de mi vida, el trabajo, el ocio, el deporte, las amistades y tantas y tantas facetas, ¿qué es verdaderamente esencial? ¿cuál es el coste de hacer acopio de todo aquello? ¿qué precio estoy pagando?

Y me refiero a este trabajo, a aquella casa, a aquel círculo social, ego y miedos, eso es lo que encierra ese apego.

Permitirme un nuevo guiño a Saint-Exupéry y su Pequeño Príncipe, cuando hace la distinción entre querer (posesión) y amar (amor puro), donde el primero es posesivo y asfixiante, buscando la satisfacción personal del ego y, la segunda, nos habla de la inmensa generosidad de la libertad.

Quiero ser libre, quiero viajar ligero de equipaje y dejar mis apegos atrás para que no me limiten ni limiten a las personas con las que estoy de forma libre.

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