Liderar es servir
Por Jordi Vilá
Cualquier liderazgo es servicio, aunque parezca, por mis propias experiencias personales y el desempeño de determinados personajillos públicos, que debiera ser al revés y que el liderazgo fuera una suerte de poder que nos es otorgado.
Otros más eruditos que yo supieron plasmarlo, como Hunter, J. (1996) en su obra “La Paradoja”, o como Lowney, C. (2004), cuando nos habla del “Liderazgo al estilo de los Jesuitas”, donde reflejan como ese liderazgo solo va a ser posible desde el servicio, en ocasiones incomprendido, en ocasiones incómodo, pero siempre en aras de un bien superior al propio líder.
En mi vida he tenido muchos jefes, y tan solo dos líderes, los primeros me marcaron con modelos y contravalores, los segundos lo hicieron desde el espíritu de servicio, exigiéndome al máximo y también proporcionándome retos y aprendizajes imposibles de alcanzar de otro modo.
Cuando veo a un líder ejercer de tal, no veo soberbia, veo humildad, veo valentía, no evasión, aunque todos los temores del mundo estén presentes, realmente veo personas seguras de sí mismas, seguras de las capacidades de las personas a las que sirven, por oscuras que sean las circunstancias.
El líder sabe lo que ignora, es consciente de sus limitaciones y sabe rodearse de aquellos que le complementan, busca futuros líderes, no seguidores, de ahí que siempre los veré rodeados de poderosos equipos.
Hay quién piensa que el líder debe nacer y, lo que he podido observar en más de 30 años de carrera profesional, es lo que los líderes se hacen, se construyen día a día y para ello, en muchas ocasiones, deberán deconstruirse, algo parecido a un reseteo en el que todas las piezas ocupan el lugar para el que fueron creadas.
Cuando un líder comanda un equipo la confianza fluye, el respeto es auténtico, a la par que la admiración, y no de abajo arriba, si no de arriba abajo, es cuando el equipo se empodera y cada uno de sus miembros se siente pieza clave en sistema.
Una de las definiciones de liderazgo con la que más me identifico es aquella que dice “persona con capacidad de influir en otros para que actúen”, y ahí el poder juega un papel, pero ni mucho menos preponderante.
Cuando recorro mi memoria y pienso en esa definición, viene a mi memoria personas que me exigieron, personas que me aceptaron incondicionalmente y que veían en mi la persona que podía ser, más que la que era en aquel momento, poniendo las herramientas necesarias para que llegara a serlo.
Ese es el líder que quiero ser, la persona que está al servicio de los equipos que tenga el privilegio de servir.