Las llaves de la ofensa
Por Jordi Vilá
Leo el correo electrónico que me ha enviado y le pongo ese “tonito” que tan a menudo emplea y que tanto me molesta, hacen un comentario y automáticamente estoy pensando que ha sido con segundas intenciones, ¿qué pretendía con lo que ha dicho?
¿Te suena?, sé que a los lectores de este foro estas cosas no les ocurren, pero he oído que, ahí fuera, es continuo y, fuera bromas, sé que a mi me ocurre de vez en cuando, cuando pongo el automático y, como lo sé, en ocasiones llego a desactivarlo antes de que me amargue el día.
Aspectos tan absurdos como que alguien escriba un mensaje y utilice signos de puntuación para acabar una palabra, parecen posibles detonantes.
Yo y solo yo soy quién se ofende, lo cual quiere decir que doy las lleves de mi ser para que, a quien le apetezca, entre sin problema y me agreda, porque tal es la sensación que me queda.
¿Qué hay de cierto en mi pensamiento? ¿qué hace que piense en ese “tonito” implícito en el correo? ¿quién me asegura que su comentario va con oscuras intenciones?, ¿qué me hace pensar que su mirada es reprobadora?
Tan solo filtros mentales que me llevan a hacer interpretaciones que pueden, o no, ser ciertas, es decir, es posible que no exista tal intención y que tan solo sea una falsa interpretación de los signos que observo.
Por otro lado, si quien me quiere ofender es consciente de esos detonantes, le acabo de abrir las puertas de mi sufrimiento de par en par, el refranero castellano nos dice que “no ofende quién quiere si no quien puede”, y ahí es dónde quería ir a parar.
¿Cuál podría ser la capa protectora ante la ofensa? ¿cuál podría ser mi paraguas emocional que impidiera ese estado de malestar?
Cada cual desarrolla sus propias estrategias, no obstante, desactivar esas interpretaciones en un caso, o hacernos impermeables a la ofensa, podrían ser herramientas que nos protegieran en gran número de ocasiones.
¿Ofensas?, no gracias.