Las cosas en su sitio…o casi
Por Jordi Vilá
Vivo en un barrio tranquilo, El Farró, en Barcelona, un barrio en el que hay un bullicio sereno, hay una vida vecinal que hace que vivir aquí sea un auténtico privilegio y donde, salvo en las fiestas que se organizan, no existen grandes explosiones sonoras que sí están en otras partes de la ciudad.
Quizás es por eso por lo que ayer a las 22:00h., sus calles se llenaron de un abrazo acústico, de un reconocimiento sentido en forma de caricia al alma de todo el cuerpo sanitario de nuestro país, desde los gerentes de los grandes hospitales hasta los celadores o el cuerpo administrativo de los más pequeños.
A las 22:00h. con mi esposa salimos al balcón a aplaudir a esa gente que con su labor callada y abnegada nos hacen la vida un poco más fácil cada día del año, sin pausa, sin descanso, abriendo un día sí y el otro también para acogernos cuando las cosas se ponen feas para nosotros.
La verdad es que era un estruendo, de todas las ventanas y balcones salían personas que querían rendir homenaje a esos profesionales, sin distinción de sus orígenes o conciencias políticas.
Muchos han sido los recortes que este grupo de profesionales ha sufrido, han pasado a tener unos salarios y unas condiciones de vida que rozan la precariedad, con unos niveles de responsabilidad que podríamos considerar los más altos de nuestra sociedad.
Ayer por la noche los pusimos en su lugar, los aplausos no iban al cantante de moda o al futbolista, iban para ellos en justa recompensa, aunque aún falta que sean reconocidos como merecen por los estamentos oficiales, con retribuciones dignas y parejas con su nivel de responsabilidad.
Una pregunta a los estamentos oficiales: ¿qué es lo que haríamos sin ellos?