La rudeza es un grito de socorro
Por Jordi Vilá
Hay algunas personas de las que todos conocemos alguna que, de un modo u otro, causan cierta repulsión entre los que le rodean, gente tosca, agresiva en la mirada y en los gestos y las formas que suelen utilizar, ya no la ironía si no la mordacidad son su mensaje habitual.
Los encontramos en todos los círculos, ya sean personales o profesionales, incluso en la propia familia, esa persona de los que todos dicen….es que fulanito es así y no lo vas a cambiar.
Suelen causar temor cuando no pánico y las personas que les rodean, no quieren pasar mucho tiempo con ellos. Son hombres y son mujeres, como son niños, adolescentes, jóvenes, maduros o ancianos, no va ligada esta característica a una edad, como tampoco lo va a una posición social, económica, cultural o profesional.
Pero no nos quedemos en la epidermis, profundicemos un poco ya que son personas que, más que dignas de temor, son dignas de compasión puesto que suelen estar solas, muy solas. Algunas querrían cambiar e incluso lo hacen, y es que ni tan siquiera ellas se sienten a gusto consigo mismas o, como dice el dicho, no se aguantan ni ellas mismas.
¿Cómo, entonces, son como son o se muestran como se muestran?. Simplemente, no quieren ser descubiertas en lo que ellas consideran sus debilidades. Probablemente, consideran la debilidad como un fracaso, algo que no se pueden permitir, lo cual les lleva a impedir que nadie conozca como son realmente.
Si nos fijamos, son personas que se quieren poco, muy perfeccionistas y críticos, especialmente con los demás, sin reconocer un error propio. Siempre la culpa es de otro, siempre.
Pueden tener un pequeño círculo que les conoce y sabe de su simpatía, su bondad e incluso su fina ironía pero no les creemos cuando nos lo cuentan, y es que es complicado pensar que un bulldog no muerde o un caballo nervioso no suelta una coz.
He conocido a algunos de ellos y he aprendido a no creerme lo que me cuentan mis ojos y sí, por el contrario, hacer caso a mi intuición, a mi corazón, a ver en su mirada y en su gesto una tristeza suprema, incluso en su risa, desabrida y tosca.
Cuando se profundiza en ellos, una vez salvadas las correspondientes barreras, los cientos de corazas, se encuentran auténticas montañas de amor, de cariño; el problema es que se requiere tiempo, osadía y grandes dosis de curiosidad.
¿Te sientes reconocido en una de esas personas?, ¿te muestras como describimos en el texto?, ¿quieres cambiarlo?, se puede, solo tienes que quererlo.