La intuición y el coach
Por Jordi Vilá
Son múltiples las ocasiones en las que he experimentado una intuición, algunas veces de forma consciente, pensando algo como “es curioso que ocurra o piense esto” otras veces, en cambio, han surgido algunas preguntas o comportamientos que no pasan si quiera por la parte consciente, y he podido constatar cómo tanto unas como otras tienen un tremendo poder ya que nos permiten desvelar aspectos a los que nuestro cliente aún no ha tenido acceso.
Este no es un aspecto baladí, ya que la danza del coach con su cliente es una danza en la que el intelecto apenas juega un papel, y ese es precisamente el gran reto del coach y, a mi modo de ver, es lo que distingue al Maestro del Aprendiz, en el primer caso, hay comodidad en el no saber, hay flirteo con la incertidumbre, en el segundo, es necesario el control, el saber y el saber que sé.
Tras una sesión, haciendo mi autoexamen o consultando mis notas posteriores, he podido descubrir algunos aspectos que me han sorprendido, ya fuera por mi intervención o por el descubrimiento del cliente, partiendo de algo a lo que, en otras condiciones, apenas le daría importancia.
Esa es precisamente la magia en el coaching o, si quieres, cambia la palabra magia por la palabra Alquimia, tan utilizada por Leonardo Wolk, que orienta los procesos de transformación personal, consiguiendo extraer la parte más valiosa de la persona, aquella que está más oculta.
Pensamos, en demasiadas ocasiones, en términos absolutos, en términos tangibles y racionales, dejando de lado otro tipo de conocimiento tan valioso como el racional, el que emana de nuestro inconsciente y de nuestra energía, y ahí es donde el coach irá evolucionando hasta formar una verdadera alianza consigo mismo, con su cliente y con el mundo.
He tenido el privilegio de acompañar a deportistas, profesionales liberales, directivos, artesanos o artistas en sus facetas personales y profesionales y los procesos resultan transformadores cuando son capaces de acceder a esa caja negra y, a la vez, yo soy capaz de acallar mis ruidos y dejar que la intuición guíe mis pasos, algo que es un auténtico regalo.
Gracias mundo por permitir que veamos en la oscuridad más absoluta con el brillo de la luz de nuestro cliente y la nuestra propia.