La influencia del líder y la Inteligencia Emocional
Por Jordi Vilá
Hace tan solo unos días teníamos el privilegio de contar, en el Master de Desarrollo Directivo, Inteligencia Emocional y Coaching de EAE BS en el que participo como docente, con la presencia de dos personas que forman parte de la dirección de sus respectivas organizaciones, en posiciones representativas y con gran poder de influencia.
Al conocer sus trayectorias en cierta profundidad, la verdad es que no me sorprendían sus experiencias compartidas y sus emociones al hacerlo, aunque me sigue sorprendiendo la influencia que tiene una persona cuando muestra su autenticidad, si quien lo recibe está preparado para ello.
No es nada nuevo, podríamos remontarnos al modelo de Salovey y Mayer (1990) divulgado por Goleman (1995), con la etiqueta de Inteligencia Emocional, como también podríamos ir hacia los Socráticos y la Mayéutica (450 a.c.), donde el Maestro (o líder), trascendía a través de la introspección del Discípulo a la hora de buscar sus propias respuestas. No habían consejos, tan solo buenas preguntas.
Y también podríamos irnos a una de las compañías multinacionales de mayor tradición: la Compañía de Jesús, creada en el meridiano del siglo XVI por lo que hoy llamaríamos su comité de dirección, compuesto por 10 personas, lideradas por Iñigo de Loyola, tal como nos relata Chris Lowney (2004)[1]
¿Qué tienes que ver los jesuitas en todo esto?, es simple, fijémonos que todos los casos expuestos van hacia, por lo menos, una parte de las competencias necesarias en un líder coach: el autoconocimiento y la fe en las personas a las que tienen el privilegio de servir, que no de mandar dado que el liderazgo es, esencialmente, servicio.
En el caso de la orden religiosa, no existían grandes planes estratégicos, pero sí una conciencia plena de quienes eran y cuál era su objetivo.
Aquellos primitivos dirigentes, eran conscientes de que su principal valor no eran sus propias competencias, sino la capacidad de identificar y revelar el valor que otras personas poseían, es decir, los líderes creando líderes más que seguidores o, en otras palabras, faros capaces de aportar luz para que otros brillaran por sí mismos.
Para poder realizar esa función, aún hoy, los miembros de la orden son conscientes de que necesitan un profundo conocimiento de ellos mismos, de sus luces y sus sombras y con un amor verdadero por ellos mismos y por el mundo.
Eso es lo que pudimos oír, si quisimos escucharlo, en las personas que nos hablaron. Nada nuevo, nada innovador, pero sí poco habitual en el mundo de la gestión: personas haciendo crecer personas, líderes que lo han sido cuando han sido capaces de relegar al ego y dejar salir su esencia. Gracias a los dos por tan valiosas aportaciones y gracias por ser como sois.
[1] Lowney, C. (2004). El liderazgo al estilo de los jesuitas. Las mejores prácticas de una compañía de 450 años que cambió el mundo. Barcelona: Granica