La educación emocional infantil, un canto de esperanza al futuro
Por Jordi Vilá
Hace algunas semanas, una maestra de Educación Infantil de un colegio de Barcelona, nos regalaba una charla sobre la actividad que, en torno a las emociones, realizan con los más pequeños en las aulas.
El auditorio de la escuela estaba lleno, algo especialmente interesante teniendo en cuenta que eran las 7 de la tarde de un día entre semana. Caras curiosas, mamás y papás anhelantes de conocer las técnicas empleadas por los educadores de sus criaturas y la tranquilidad que da saber que están en las mejores manos.
Fue una charla realmente amena y especialmente esperanzadora, habida cuenta de lo que todo esto supone para nuestro futuro.
Esta charla me hizo indagar sobre la educación en emociones de los colegios de mi ciudad y, cuál fue mi sorpresa al comprobar que es una práctica cada vez más extendida. La cognición comparte protagonismo con la emoción, las teorías de las inteligencias múltiples de Howard Gadner (1983), van calando en las comunidades educativas de un modo u otro, como si de lluvia fina se tratara.
¿Qué supone esto?, ¿por qué lo ligo con las futuras organizaciones?, por un dato muy simple, la comparación entre los adultos de la generación Baby Boom o la generación X con los futuros adultos, los niños que hoy son educados por esa comunidad de profesionales entregados, que ven a esta generación como seres holísticos, en los que tan importantes son los conocimientos como la educación emocional.
Imagino un presente en el que los niños puedan aprender a identificar sus emociones y a gestionarlas, en las que una lágrima no esté penada o una rabieta pueda ser debidamente canalizada, como imagino un futuro con unos adultos más equilibrados, una autoestima más elevada y una gestión emocional sana, un futuro con unos niveles de angustia y de estrés sensiblemente inferiores.
Estamos viendo crecer a la generación Z y, viendo cómo se está trabajando en una parte de nuestros colegios, se abre una puerta a la esperanza, una puerta a unas organizaciones más ecológicas, en las que la persona sea considerada como tal y en la que el mundo emocional sea considerado en la más absoluta normalidad.
Este escrito pretende ser de agradecimiento a una comunidad, la educativa, a la que no se agradece lo suficiente su entrega, vocación y esfuerzo con los más pequeños, auténtica arcilla de las vasijas del mañana. En sus manos está la sociedad del futuro, algo que conviene recordar.
Lo mejor, aún está por llegar