La decisión, un derecho y un deber
Por Jordi Vilá
He vivido una situación que me ha llevado a una reflexión que adivinaba simple pero que se ha tornado sumamente compleja, y me explico.
Una persona con la que me une una gran complicidad me decía “tengo capacidad para tomar mis propias decisiones”, algo que sin duda alguna es cierto e irrebatible, pero también parcial, y es que parecemos olvidar que la elección de una opción, es la renuncia de otras y la asunción de las responsabilidades que de ella se derivan.
Dicho de otro modo, puedo elegir no ponerme crema solar como una decisión consciente (otra cosa es que sea una inconsciencia hacerlo), tumbándome al sol del mes de agosto, a las 12 de la mañana, o sea, en plena canícula. Hasta ahí, nada que objetar, es tu cuerpo, es tu salud y es tu vida pero, a la vez, debo saber que eso va a repercutir sobre una serie de aspectos en los que hubiera querido pensar aunque no lo hice.
En primer lugar, mi propia salud va a quedar afectada en el corto plazo, posiblemente con quemaduras solares de mayor o menor intensidad en función del tiempo. A la vez, esta decisión va a tener repercusión en otras personas, en aquellas que deberán cuidar mis heridas, en aquellas a las que mi falta al trabajo afectarán, a mi entorno más cercano, que deberá facilitarme las cosas para que no se me caiga la piel a tiras, eso sin nombrar las que pudieran derivarse a medio y largo plazo, como la aparición de un cáncer de piel.
Es decir, que las decisiones que tomo, no solo me afectan a mi si no que afectan a mi entorno y, posiblemente, al entorno de mi entorno, algo completamente lícito, si es hecho de forma consciente y aceptando lo que de ellas se deriva.
Esto es algo que va a ocurrir en todos los órdenes de nuestra vida y en todo tipo de situaciones, incluso cuando no tomamos decisiones ya que el no hacerlo es, en sí mismo, una decisión con repercusiones que debemos estar dispuestos a aceptar.
Así, cuando permito una actitud contraria a los intereses del colectivo, debo saber que no es solo la permisividad con esa persona lo que permito si no también, la repercusión que sus actos tienen en el mismo.
Sí, es cierto, todo adulto tiene el derecho y el deber de tomar sus propias decisiones, pero sin olvidar que, junto a ellas, aparecen una serie de deberes que corresponden a la aceptación de las consecuencias de las mismas.
¿Creamos adultos responsables o creamos parásitos?