Intensidad y presencia
Por Jordi Vilá
Al iniciar una sesión de coaching nunca tengo claro que es lo que va a pasar, de hecho ni me lo planteo, recibo a mi cliente desde una sensación de serenidad buscada en los minutos previos a su llegada, algo así como el cirujano que lava sus manos con fruición antes de entrar en el quirófano para llegar en un estado de asepsia.
Con el tiempo he ido aprendiendo que no tengo que buscar nada, que no debo esperar nada más que estar con esa persona y dejar que nuestras esencias fluyan, entonces es cuando se produce la magia y el espacio-tiempo desaparece.
En ese momento es cuando se produce la máxima conexión, es cuando todo a nuestro alrededor desaparece y el universo entero está contenido en ese espacio y en ese momento. Ahí es cuando realmente consigo apagar mi ruido interior y permitir que sea mi intuición la que guíe mis pasos, algo que puedes ver en el siguiente vídeo que dura menos de 40 segundos:
A este momento le llamamos presencia y, curiosamente, cuando eso sucede, el cliente entra en un estado de plena confianza, de una íntima unión conmigo que le permite mostrarse tal como es, con una ausencia casi plena de falsos pudores, capaz de mostrar quien realmente es.
Para que eso ocurra, mi ego debe estar dormido y haber dejado paso franco a mi esencia, a la ausencia de juicios, a la creencia en la persona que tengo delante, a toda la grandeza contenida en su interior, una grandeza que en ocasiones es incapaz de ver…todavía, aunque sé que se producirá la visión.
Esto no es nada nuevo, ya Rogers (1981) lo enunciaba en sus obras y propugnaba la creencia en el cliente como uno de los principales pilares para que estos acompañamientos tuvieran el efecto deseado.
He tenido sesiones tremendamente intensas, tanto con personas como con colectivos en los que el efecto descubrimiento puede producirse tan solo cuando las partes entran realmente en ellas mismas y el facilitador actúa como mero acompañante, e incluso difuminado en la sesión, habida cuenta de la profundización en la misma.
En los inicios recuerdo buscar el resultado, un resultado que debía ser congruente con mis creencias, hoy es un concepto que transmito a mis alumnos con la mayor claridad posible: lo importante es el cliente, el facilitador no es más que un camino que la persona utiliza para llegar donde quiere llegar.
Dicho de otro modo, no tiene sentido buscar un resultado según las creencias del facilitador o coach, es más, es una soberana estupidez propia tan solo de egos superlativos.
¿Cuál será el siguiente paso?