Hoy doy gracias al mundo
Por Jordi Vilá
¿Qué es lo que hace que no apreciemos lo que somos o lo que tenemos hasta que estamos a punto de perderlo?
Nos levantamos por la mañana y, algunos de nosotros, ponemos los pies en el suelo, ¿hemos pensado cuantas personas no pueden hacer un gesto tan simple como ese?, abrimos el grifo del agua caliente en la ducha y su impacto contra nuestra piel es sumamente gratificante hasta que, un buen día, el agua sale fría y no hacemos más que soltar improperios, ¿qué hace que no agradezcamos lo que tenemos hasta que sufrimos su posible pérdida?
Damos por sentados privilegios que no son más que eso: privilegios. Un techo bajo el que guarecernos, un trabajo que realizar, una persona a la que dar los buenos días y las buenas noches, un interruptor que nos ilumina la casa, unos ojos que se abren y definen ideas a través del sentido de la vista. Seguro que alguien pensará que eso no son privilegios si no derechos pero, ¿estamos seguros de eso?
Y aquí no se trata de dejarnos atropellar por los poderes fácticos o por las administraciones o… por cualquiera que tenga la malsana costumbre de aprovecharse del prójimo, se trata de agradecer esa serie de cosas.
Un buen amigo, aquejado de una enfermedad grave me confesaba que el día que pudo abrazar de nuevo a su esposa, fue uno de los momentos de mayor plenitud de estos últimos años, y es que damos por sentado que tenemos ese abrazo… hasta que dejamos de tenerlo.
Andamos con el ceño fruncido cuando deberíamos caminar con una sonrisa en el rostro, sí, una sonrisa, por raro que pueda parecer.
Sí, es cierto, existen problemas, y más en estas épocas inciertas, pero tenemos la seguridad de tener el mayor de los valores: nosotros mismos y, mientras tengamos eso, todas las soluciones están a nuestro alcance.
Hoy quiero dar las gracias por estar vivo, por conocerte a ti, por haber recibido tu sonrisa o por que me hayas regalado tu lágrima, porque las nubes me recuerden que también existe el sol, porque no hay una noche sin un día, porque por fin aprendí a valorarme y a aceptarme, a reconocer que un pez es el peor de los escaladores y el mejor de los nadadores, porque aunque te fueras, también me regalaste tu compañía y estarás conmigo mientras vivas en mi memoria.
Simplemente gracias, ¿qué es lo que quieres agradecer hoy al mundo, a tu mundo?