Hoy, 7 de agosto de 2032

¿Artículo apocalíptico respecto al futuro cercano?, nada más lejos. Distintas charlas y ver una vez más este vídeo de poco más de 3 minutos, me llevó a una reflexión visualizada que quería compartir.

Os hablo desde quien ha visto ya 70 años de vida pasar y, cosas que en su día me parecieron quimeras, las veo hoy realidades, como Jules Verne en su De la tierra a la luna (1865), algo que haría realidad Neil Armstrong en 1969…solo 104 años más tarde.

Hoy, 7 de agosto de 2032 miro atrás y un montón de recuerdos se agolpan en mi mente, especialmente los profesionales, ya que en un par de horas daré una charla en la escuela en la que tantos años llevo dando clases a profesionales consolidados, la mayor parte de ellos.

En los 80’ viví mis primeros empleos, en estructuras jerárquicas que hoy los jóvenes ven como auténtica prehistoria, como nosotros veíamos otras corrientes culturales del mundo empresarial.

Recuerdo mi salida del mundo de la empresa como asalariado primero y como socio de lo que fue una gran compañía después, con todos los miedos a flor de piel al dejar la pretendida seguridad por la incertidumbre, algo que sería el inicio de mi crecimiento como persona y mi eclosión como profesional.

Pensé que otras formas de estructura podían ser posibles, así impulsé una organización colaborativa en la que debo reconocer el fracaso personal por la incapacidad de prever la falta de alineamiento en valores de sus componentes, por no considerar la diversidad como un factor primordial, el cual debía tener un cemento común que fueran unos valores comunes.

Veo las estructuras existentes hoy en día, ya alcanzado el primer tercio de este siglo XXI y percibo esas grandes diferencias entre lo que fue y lo que es, en los cambios acaecidos en la sociedad y en la economía.

Hoy reímos al recordar esos contratos draconianos que nos imponían las organizaciones, nuestra búsqueda del contrato que nos ligara a la organización, sino de por vida, por el mayor tiempo posible, dejando entre sus paredes la mitad de nuestra vida por un salario en su mayor parte económico.

Veo ya a mis nietos entrando en el mercado de trabajo aprendiendo de los mejores, a mis hijos colaborando con tres organizaciones diferentes en cinco proyectos distintos, percibiendo formación de un modo continuado e impartiéndola a su vez, veo reuniones que se desarrollan en tres idiomas de forma simultánea y veo, sobre todo, personas disfrutando de las distintas áreas de su vida, sin encadenarse a un trabajo.

Miro atrás y pienso en lo distinto que pudo haber sido, mientras uno de los alumnos me entrega un trabajo que, sin duda, supondrá un nuevo crecimiento para mi.

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