Hay premio si hay esfuerzo
Por Jordi Vilá
Un día cualquiera yendo de un lugar a otro a una hora temprana de la mañana, las 7:30 o quizás las 8:00, paso junto a un portal que hay frente a un mercado de mi ciudad, la puerta se abre y aparece una joven mamá a la que le siguen 3 niños de entre los 3 y los 6 años, dando saltos de vitalidad y energía contenida.
El mayor va en último lugar con la mochila a la espalda, como sus hermanos, pero en su caso con una bolsa de basuras más grande que él en una mano y, en la otra, un recipiente de plástico. En su cara, un gesto de esfuerzo por el peso, aunque no de fastidio, me da la impresión de que es una postura de cooperación en las tareas domésticas.
Avanza hasta un contenedor en el que deposita la bolsa, girándose hacia su madre buscando su aprobación para ir, ahora sí, corriendo hasta el contenedor del plástico. El niño colabora en el reciclaje familiar y casi diría que lo considera un juego. La madre le alborota el pelo con la mano mientras comparte con él una sonrisa de satisfacción, interpreto.
Al cabo de unos metros, veo otra mamá, esta con dos criaturas poco más o menos de la edad de los mayores de antes, cargando con su bolso, una bolsa de plástico y las mochilas escolares de los niños, mientras estos salen disparados y gritando.
Interesante el contraste, interesante la diferencia en la educación de esos benjamines, especialmente por la interpretación que harán en el futuro de derechos, obligaciones, esfuerzos y colaboración.
En uno de los casos, la educación es en la colaboración, en el trabajo en equipo, en el bien común, en el segundo, una educación en la dependencia de alguien, de alguien que se ocupa de cubrir sus necesidades, de eliminar el esfuerzo.
No hace muchos días, me llegaba el reclamo de un taller dónde se conseguiría el objetivo sin esfuerzo…la verdad es que pensé que parece que esa sea la premisa de una parte de nuestra sociedad, la carencia de esfuerzo; parece que todo pueda llegar sin él, ¡ay! que desencantos llegaremos a ver por tamaño despropósito realizado con la mejor de las intenciones.
La victoria en cualquiera de nuestras metas es especialmente dulce cuando el esfuerzo ha jugado su papel. Pensamos que alcanzaremos el objetivo de una forma fácil cuando la realidad es que llegará después de poner en ello todo nuestro empeño.