¿Hay alguien que escuche?
Por Jordi Vilá
Miércoles 26 de diciembre de 12012, San Esteban y festivo en Barcelona. Son las 13,30h. y pongo la T.V. por aquello de que habrá ahora en la tele. Pongo LA SEXTA, donde emiten el programa AL ROJO VIVO aunque, la verdad, podría ser cualquier programa en el que cohabiten tertulianos.
Hay distintos colores políticos y el tema tratado es uno cualquiera, de los que están en boca del ciudadano en estos días. Hay que vender y buscan la noticia retorcida, las posturas más extremistas aunque, esto sí, dentro de un orden.
He visto algún programa similar en otras cadenas (ya no comento los deportivos porque esos causan, directamente, vergüenza ajena), con estructuras similares en las que, por norma general, ni el propio ¿moderador?, tiene el mínimo respeto por la opinión ajena.
Unos de los tertulianos está exponiendo su punto de vista cuando otro empieza a hablar al mismo tiempo, supongo, que para contradecirle, y digo supongo porque entonces entra un tercero en colación. Imposible poder oír nada debido al batiburrillo de palabras y ruidos que se mezclan.
No parece que a nadie le importe el argumento que expone el uno o el otro. Me recuerdo una situación kafkiana que viví y en la que dos personas del equipo, una consultora y una administrativa, se hablaban a la vez la una a la otra, lo cual me llevó a preguntarles que hacían y ellas, con toda tranquilidad, me contestaron que necesitaban hablar, no que alguien las escuchara; por lo menos, tenían el objetivo común.
La T.V. no es más que un reflejo de la sociedad y de sus estamentos, organizaciones e instituciones, en las que tampoco podemos percibir una escucha excesiva por una u otra parte y, si no conozco el sentir y la opinión de la persona con la que debato, ¿cómo puede enriquecerme o tan siquiera considerar su punto de vista?, ¿cómo puedo mejorar si no tengo más aportaciones que las propias?
Esto me recuerda también a esas personas que atienden el teléfono cuando están reunidas, o aquellas que revisan su correo cuando un colaborador entra en su despacho para una reunión convenida, o… ¿hay alguien ahí?
¿Algún día llegaremos a enriquecernos con las aportaciones del otro, o seguiremos atrincherados en nuestra caverna, como si del protagonista de la obra de Platón se tratara?