Espacio seguro para el equipo
Por Jordi Vilá
Pretendemos que los equipos se cohesionen, trabajen unidos y sus miembros vayan hacia un fin común y, para ello, ¿qué es lo que hacemos?
Cuando percibimos que hay un conflicto patente, no queda más remedio que afrontarlo…o no, con lo cual más que equipos lo que solemos tener en las organizaciones son una serie de personas que trabajan unas junto a otras, lejos, muy lejos de ese equipo de alto rendimiento que todos perseguimos y que tan poco hacemos por tener.
Lamento decir, y de forma rigurosa, que no existen recetas mágicas, y no existen porque, afortunadamente, las personas somos diversas y, aunque por fuera podamos parecer muy similares, nuestro interior difiere considerablemente. Con esto quiero expresar que no siempre 2+2=4.
Los equipos necesitan autorregularse y, para ello, sus miembros deber percibir que se mueven en un entorno seguro, solo así ese espacio se tornará valiente y permitirá la aparición de discrepancias, el afloramiento de vulnerabilidades y, en una palabra, la confianza, auténtico pilar del trabajo en equipo.
La pregunta llega sola, ¿y cómo puedo conseguir eso?, el tema es sencillo, que no simple. Consiste en tener reservas de espacio/tiempo en los que el equipo pueda expresar sus inquietudes, sus miedos, sus anhelos, sus sueños…y para ello puede ser especialmente interesante en un inicio contar con un facilitador externo.
La siguiente exclamación tampoco necesita mucha explicación: – claro, eso lo dice un facilitador externo – y así es, veamos por qué.
Como facilitador externo tengo las habilidades, experiencia y competencias para ir construyendo ese entorno, aún y partiendo de situaciones anómalas, teniendo en cuenta que es posible que el equipo busque o tenga como objetivo su disolución.
Dicho esto, tenemos el segundo de los factores, como facilitador externo cuento con libertad para curiosear en el seno del equipo, en sus relaciones, en sus virtudes y disfunciones, sin necesidad de ser políticamente correcto, es más, con la obligación de revelar aquello que está ocurriendo en el sistema.
El equipo llegará allá dónde esté preparado para llegar pero, para ello, necesita ese espacio y ese tiempo. Convocar reuniones en las que se amonesta a sus miembros por sus actitudes puede provocar el efecto contrario al deseado, incluso con la mejor de las intenciones.
Una vez el equipo se ha autorregulado, es cuando puede empezar a funcionar solo, sin mayores ingerencias externas si así se quiere.
¿Seguimos funcionando igual o empezamos a provocar cambios?