El perdón camino de crecimiento
Por Jordi Vilá
No creo que haya una mayor muestra de amor que el perdón, tanto para el que lo pide como para el que lo concede; muestras como la entrevista en la presión de Zaballa entre Roberto Manrique, víctima del atentado de Hipercor en Barcelona hace 25 años y Rafael Caride, el terrorista que ordenó la operación, son la comprobación más plausible de ello.
Es pesada la carga de la conciencia para quien ha cometido un acto reprobable para sus propios principios y, tanto es así, que en buen número de ocasiones esto hace que la persona se transfigure o, simplemente, opte por quitarse la vida, pero, ¿hemos pensado alguna vez en la carga que supone estar atado al pasado por el dolor, el odio y el rencor?, esa carga es tal que difícilmente nos permite avanzar en nuestra vida, sea en el terreno que sea.
Resultará imposible cerrar la herida hasta que ese perdón sea otorgado y quería referirme específicamente a quien ha sufrido el daño.
Es complejo, y la muestra de Manrique es especialmente gráfica, poder perdonar a quien nos arrancó un retazo de nuestra vida, un ser querido, quizás un hijo, un amigo o un miembro de nuestro cuerpo, pero el peor de los tormentos es no poder pasar página por tener ese resquemor en nuestras entrañas.
Este es un caso extremo, pero en nuestra cotidianeidad, encontraremos múltiples casos de heridas aún por restañar y que nos impiden avanzar en nuestro crecimiento o, llegado el caso, tan solo en nuestro camino. Solo imaginar el perdón, el estómago se nos contrae y no dejamos de encontrar razones poderosas para negar ese pivilegio que, no olvidemos, permitirá el descanso del ofensor, pero especialmente el nuestro propio.
Nuestra vida está llena de grandes y pequeñas heridas cuyas cicatrices quedarán solo tras cerrarlas con el perdón; lo contrario nos condenará a tenerlas abiertas de por vida, a lastrarnos, a castrar nuestra emoción presa de un carcelero implacable como el odio.
Aquí hay expuesta una muestra, pero estoy convencido de que en tu vida, en la tuya, en la mía y en la de cualquiera de nosotros, hay cientos de ellas. La historia nos ha mostrado las consecuencias del odio perpetuado, pero también del perdón, como el de Mandela, cuyo ejemplo es realmente revelador. Una de sus frases “Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces se convierte en tu socio”, es en sí misma, toda una lección.
¿podremos llegar a perdonar?