El nuevo día
Por Jordi Vilá
Es pronto….o tarde, depende de cómo lo miremos, las 06,00 h, una parte de la ciudad se va a dormir ahora, quizás la más canalla o quizás la que cuida de nosotros en la noche; la otra parte, empieza a desperezarse y, de ese bostezo, surge una miríada de oportunidades para el día que tenemos ante nosotros.
Una gran parte de mi cuerpo ha estado en el descanso y otra, haciendo sus funciones de reparación, fijando recuerdos, eliminando vivencias, fabricando unas sustancias y drenando otras. Curiosa simbiosis la que se produce en un mismo sistema, ya sea la ciudad, nuestro cuerpo o el mismo mundo, demostrando la necesidad de existencia de diversidad, por más que nos empeñemos en negarla.
El mundo se extiende en toda su profundidad ante nuestros ojos: tenemos la oportunidad de un nuevo día por delante, y solo de nosotros depende el uso que le demos, si de lamento o de oportunidad, si de odios y tristezas o de aprendizajes, crecimiento y ¿por qué no?, alegrías, por estar vivo, por haber nacido, por haber impactado en otros y porque otros lo hayan hecho en mí, por un nuevo gracias y un nuevo perdón, por prestar un apoyo y por recibir una sonrisa a cambio.
Es como si fuera una cuenta bancaria, que al inicio de la jornada, es dotada con 1.440 minutos pero, a diferencia de esta, al llegar al final del día, aquellos minutos que no haya aprovechado, no quedarán en el haber si no que desaparecerán con él, como si jamás hubieran existido.
Hoy puedo hacer que, como decía Amaia Montero y la Oreja de Van Gogh, sea el día menos pensado y por fin me atreva con esto o con aquello, o quizás con lo de más allá, todo retos que hasta hora no se han cumplido por un montón de excusas que no llegan a la categoría de motivos. Puedo dejar que este día se vuelva a escapar o puedo decidir aprovecharlo por fin, por mi y por mis ideales, por mi Vida con mayúsculas.
Decido aprovecharlo y nunca más dejarlo escapar; ¡hoy haré que sea el día menos pensado!, ¿qué vas a hacer tu?