El inicio del cambio en un equipo. Una sesión real
Por Jordi Vilá
Entramos en la sala para facilitar a un equipo compuesto por 16 personas, los facilitadores somos dos. Las personas van llegando, es nuestra primera sesión y, por tanto, las caras denotan distintos estados, desde el más claro escepticismo, hasta la expectativa, la ilusión o el franco pánico por lo que puede ocurrir en el día de hoy.
Los perfiles de la gente son cognitivamente brillantes y, aunque siempre se puede aprender algo, podríamos decir que son expertos en su actividad, en procesos y en ortodoxia, aunque mantienen el canal de sus emociones mostradas virgen y una falta de confianza, que no desconfianza, en el resto de miembros del equipo. De algún modo, durante algunos años, se han limitado a interactuar según una planificación determinada, según lo políticamente correcto.
Mi atención se dirige a una de las profesionales, cara un tanto ceñuda y adusta, brazos cruzados y posición corporal desafiante; se diría que tenemos ante nosotros al caballero de la armadura oxidada, con capas de armadura de protección que, sin duda alguna, tienen una intención positiva: protegerla de cualquier ataque que ella intuye aunque sin saber de dónde vendrá.
La facilitación avanza y el entonces grupo, va haciendo pequeños progresos, abriéndose a la sesión, mostrándose altamente participativo, incluso la persona mencionada, aunque sus brazos siguen cruzados en una clara señal de defensa.
Parte del colectivo tiene muchas ganas y eso provoca un efecto de arrastre en el resto, aunque mi particular protagonista, lucha con fuerza por mantenerse en su posición, posiblemente de una forma inconsciente, sin acabar de confiar en los facilitadores.
Subimos el volumen, entramos en el mundo de la emoción de una forma suave, como el piloto que aterriza el avión, tomando lo que hay en la sala como el tomaría las corrientes de viento, aprovechándolas para hacer del descenso una caricia. Somos conscientes de la resistencia que podemos encontrar y eso nos hace ser suaves pero contundentes y firmes a la vez.
Encaramos la recta final y todos han entrado en el juego de las emociones, ¿todos?, sí, todos, incluso ella. Sus brazos están ahora sobre sus piernas, su cara más abierta aunque permanece seria y una cierta apertura. Junto a sus pies, restos de coraza emocional, una vez ha visto que no la necesitaba, al menos no en su totalidad. Mis ojos van hacia su grandeza en cuanto se permita Ser ante el equipo.
Un detalle importante, ya no aparece la palabra grupo si no la palabra equipo, el cambio ha empezado a producirse gracias a la generosidad de todo el colectivo, han pasado siete horas. Mi colega y yo nos miramos y sonreímos, objetivo alcanzado, la transformación ha tenido en esa sesión su punto de arranque, ¿hasta dónde?, el propio equipo lo marcará.
¿Estás preparado para confiar en esa transformación?