El día que solté amarras
Por Jordi Vilá
Hace algunos días me encontraba con un grupo de amigos departiendo sobre las ventajas e inconvenientes de ser un profesional liberal. Éramos algunos de este tipo en el grupo y otros, empleados por cuenta ajena y algún empresario y la verdad es que nos miraban con una cierta desconfianza, como si estuviéramos poseídos por quien sabe qué.
Al preguntarles la razón de su desconfianza, nos expusieron que no todo podía ser tan perfecto como explicábamos, y ahí fue donde nació el interesante debate, con el que nos os voy a aburrir, aunque sí me gustaría exponer algunos aspectos.
En mi caso, salí del mundo de la empresa como empleado hace poco más o menos unos 5 años, es decir, en plena crisis y tras 25 años de ejercicio, 46 años de edad y unas responsabilidades familiares detrás.
No os diré que no me dio vértigo, porque tal fue la sensación, acompañada en ocasiones por momentos de auténtica angustia, fruto de lo que un buen amigo ha dado en llamar el síndrome del amigo esquivo: el ingreso recurrente.
Muchas fueron las personas que me dieron ánimos, personas que creyeron en mi y me confiaron los proyectos de desarrollo personal de sus empresas, ya fuera mediante procesos de coaching ejecutivo o de equipos, o de programas de formación. Fue reconfortante ver que la coherencia de una carrera profesional tenía su recompensa.
…Y también hubo una cruz, aquellas personas que, una vez perdido el statu quo, decidió dejar de contestar mis llamadas y correos, una postura muy lícita aunque, para mi, poco comprensible en aquellos momentos duros de incertidumbre.
Como veis una cara y una cruz y os puedo asegurar que tanto en un caso como en el otro, tuve sorpresas que gestioné como buenamente pude, como también os puedo garantizar que no ha habido día sin aprendizaje.
La persona que en mi banco también decidió confiar (con riesgo de su inversión), me decía en una ocasión que los autónomos somos el colectivo con mayor salud de todo el país, no nos podemos permitir un día de baja, algo que ahora veo como una realidad indiscutible.
En mi caso no me planteé otras opciones y estoy convencido de que fue la decisión correcta. Estoy al día en mi área de conocimiento y anexas, crezco personal y profesionalmente cada día, doy clase en algunas universidades y escuelas de negocios, realizo intervenciones en empresas y puedo disfrutar de una vida que hoy considero plena.
Curiosamente, en el debate todos los que estábamos en la misma situación, convergíamos en nuestra impresión: en la calle puede hacer frío pero esa es nuestra decisión.