Ejerciendo de profesional independiente
Por Jordi Vilá
Este artículo podría haberse titulado perfectamente Del autónomo y otras faunas de la economía actual, pero pensé que eso echaría para atrás a muchos lectores, así que opté por un término más cool, como se ha dado en llamar ahora a lo “resultón”: profesional independiente.
En mi caso estoy en tránsito hacia mi 8º ejercicio como tal, muchos han sido los errores y muchos más han de llegar, como muchos han sido los aciertos, de lo contrario ahora no estaría escribiendo este puñado de reflexiones que no pretenden otra cosa que reflejar una experiencia personal.
Si hablo de los miedos iniciales me quedo corto, aunque las ilusiones fueron más grandes y pude pedalear en el proyecto con un sin número de ayudas, tanto del banco (sí, del banco, aunque parezca mentira) con su financiación, como de personas que decidieron darme su confianza.
Un día me dijo un amigo – en la calle y solo hace frío, mucho frío – y debo reconocer que tenía razón, como también está la razón en quien opina, y hoy soy uno de ellos, que no hacen falta contratos para sentir que estoy trabajando con otros, compartiendo y disfrutando del común aprendizaje.
Del proyecto inicial de diciembre de 2009 al que hoy tengo entre manos, hay una diferencia notable y debo reconocer que este tránsito me ha traído un cúmulo de aprendizajes, como las potencialidades que estaban en mí y que desconocía, o el hecho de que todos contamos con una red que está constituida por las experiencias previas.
Hay una serie de competencias imprescindibles para arrancar este viaje en solitario o en compañía, la primera de ellas es el empoderamiento personal, la autoconfianza, que pasa por trabajarse la autoestima y ver el valor que puedo llegar a aportar a una parte del ecosistema al que me dirija.
Otra de las competencias necesarias es la paciencia, si quiero comer tomates deberé esperar a que maduren, de lo contrario resultan indigestos. Otro aspecto a considerar en este orden de cosas es que hay avalanchas de trabajo… y también desiertos, así que hay que estar dispuesto a lidiar con ambas.
Habría muchas más cosas que contar y, fiel a mi estilo, no descarto hacer una segunda parte de este artículo, aunque por hoy es suficiente con tan solo una última reflexión: Soy tan capaz como pueda imaginar que lo soy, ni un ápice menos ni un ápice más.
¿Miedo?, prueba a hablar con tus ilusiones y verás que ellas también están ahí, el primero te advierte y previene, las segundas te impulsan, y son necesarios el uno y las otras.
¿Vienes?