De la agitación a la serenidad
Por Jordi Vilá
Dos noches durmiendo mal, un estado de agitación que se torna serenidad, no me preguntes el por qué, simplemente esa angustia desaparece, como mecida por un arrullo de tranquilidad.
Una charla que te lleva a rincones de paz, una mirada que ve lo que hasta ahora no había visto, ajustar el paso a mi necesidad del momento, ralentizarme, conectar conmigo mismo, y ahí nace ese resquicio de luz que se hace rayo de sol, aún y con la lluvia que está empezando a caer mansamente y que me trae su olor.
Aspiro y está, el olor a lluvia, a hierba mojada, a asfalto que respira y se refresca tras tantos días de calor. Carreras en la calle, paraguas que se abren, carteras que se llevan a la cabeza para guarecernos de quien sabe qué peligro.
Respiro hondo y dejo que el aire, simplemente, entre en mis pulmones, y eso me llena de tranquilidad. Todo está bien, las angustias vienen cuando vivo el mañana en lugar de vivir el momento, ahora he sido capaz de tender un puente conmigo mismo y ver mi propia luz…y todo está bien.
No son necesarias sustancias que me abstraigan del momento, bien al contrario, la propia vida aparece ante mi con todos sus matices, todos sus detalles.
Me pongo a cubierto, una nueva charla ante un café, con todo su aroma y textura, una charla con un hombre sabio que me lleva aún más lejos en mi, comentarios, razones de vida, retazos de un Ser, y todo está bien.
Sé bien que mañana esta serenidad se tornará agitación pero ahora, en este momento, es serenidad. No sé si con el paso de las horas, cuando publique este artículo la lluvia seguirá estando presente, y no me importa, porque ahora está y ahora me transporta a mi interior.
Oigo unas risas, niños saltando sobre los charcos, mamás preocupadas por el estado en que quedarán los zapatos y una mirada infantil preñada de travesura, hasta convertir la censura en complicidad, y todo está bien.
¿Qué camino te llevará de la agitación a la serenidad?