Dar
Por Jordi Vilá
De nuevo la lectura de este artículo provocó mi reflexión sobre un valor que guía mi vida o que al menos pretendo que lo haga, pese a esa parte de mí, ese lado oscuro, que en ocasiones quiere evitarlo.
Tengo claro que toda nuestra educación, toda nuestra cultura, nos lleva a exactamente lo contrario, a salvaguardar lo nuestro e incluso a intentar apropiarnos de lo de los otros, como queda patente en las circunstancias en las que actualmente estamos inmersos, pero una simple reflexión nos puede llevar a ver que la acumulación de bienes y posesiones, nos produce una satisfacción efímera, que no nos lleva más que a un círculo vicioso en el que nunca encontramos la tranquilidad.
Cuando la generosidad es quien gobierna nuestra vida, podemos notar un estado de plenitud que, lejos de resultar pasajero, se consolida en cada actuación de dar que provocamos. Tal como lo veo, se asemeja a las ondas provocadas por la piedra al caer al estanque, las cuales se expanden en todas direcciones, o a las olas marinas, en las que cada una, provoca la siguiente.
Planteémonos una simple pregunta, ¿qué sensaciones obtengo dando?, no ya que contrapartidas, si no las sensaciones interiores que nos suscita; ahora imaginemos un entorno en el que esa fuera la característica predominante, junto con la de aceptar, ¿cómo sería una sociedad así, un colectivo regido por esos principios?.
Imaginemos cualquier tipo de colectivo, incluso un colectivo empresarial, una organización, vamos. Imaginemos por un momento que en él las personas no se plantean recibir si no que se plantean darlo todo por un bien común, sin esperar un retorno de “esa inversión”, ¿cómo pensáis que evolucionaría?
Es posible que suene a utopía, pero recientes experiencias personales me han revelado que es posible, que este tipo de actuación es posible y que el retorno es inesperado porque, si fuera de otro modo, perdería el encanto de ese “dar”
¿Te animas a intentarlo, te animas a dar?