¿Cuál es la realidad?
Por Jordi Vilá
Una persona concibe lo que está viviendo como el más furibundo de los ataques mientras, su pretendido ofensor, no es en absoluto consciente de que eso sea de ese modo, es más, su intención era precisamente la contraria.
El ofendido, no expresa su malestar, lo guarda en el saco de las ofensas pendientes, y así un día y otro y otro, hasta que un buen día, esa gestión emocional no realizada, estalla, como si fuera la mascletá valenciana, con igual fuerza e idéntico sonido: ensordecedor.
Cuando las aguas vuelven a su cauce, si es que lo hacen, nos encontramos con un panorama en ocasiones desolador, ya que parece que un tsunami emocional haya pasado por allí y hay relaciones que ya nunca volverán a regenerarse, algo que no habría ocurrido de haber mediado una adecuada gestión emocional.
¿Qué es una gestión emocional adecuada?, pues ni más ni menos que expresar lo que decía Aristóteles: «Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.»
Necesitamos reciclar nuestros residuos emocionales, algo que no es ni sencillo ni universal, ya que cada cual tiene sus propias vías de escape, aunque algo que sí lo es, es la comunicación asertiva o, lo que es lo mismo, decir lo que debo decir a quien se lo debo decir, de una forma honesta y sincera, teniendo en cuenta sus intereses y también los míos.
Del mismo modo y antes de elucubrar pretendidas ofensas, parémonos a pensar la intencionalidad del ofensor, ¿realmente el sentido en el que hacía o decía tal o cual cosa es como yo lo he vivido?, ¿qué otra intencionalidad podía tener?
De ahí la importancia del diálogo y de afrontar las conversaciones pendientes en el momento en el que la situación lo permita, ya que ese tipo de conversaciones, de no tenerse, suelen emponzoñar la relación, sea esta del tipo que sea.
¿Cuántas conversaciones pendientes tengo?