Chambao 27 de diciembre de 2014
Por Jordi Vilá
20:45 en el Palau de la Música Catalana en Barcelona, la sala se va llenando, se ha colgado el cartel de Agotado en las taquillas, suena una música envolvente de fondo y las caras reflejan, no ya expectación sino la seguridad de ir a sentir emociones en lo más profundo.
Salen al escenario, no hay palabras, solo música y canciones hasta, poco más o menos, la cuarta canción y, en ese momento, Mari ya se nos ha metido en el bolsillo con su duende andaluz, protagonista principal de la gala.
La música me envuelve, me seduce, me transporta sobre todo a mi camino interior, la emoción me embarga y me abraza. Oigo una vez más sus canciones tantas veces oídas y de nuevo me parecen nuevas, mensajes a la esencia y al Ser.
Delante nuestro, una chica morena que podría ser la protagonista de cualquier cuadro de Julio Romero de Torres, más cerca de los cuarenta que de los treinta, con su pareja justo detrás, brillo en los ojos y fuego en las palmas, no deja de seguir el ritmo con todo su cuerpo, hasta el punto que me lleva con ella a su país imaginario, a su particular estado de conexión con ese mar de notas, fusión de culturas.
Delante de ella, otra chica, rubia esta, seducida también con la música, parece parte de ella por su simbiosis con cada uno de los acordes, con cada una de las letras que arrancan del silencio.
En una de las piezas, con todo el público pendiente, una chica se pone a bailar en medio del pasillo de platea y, al cabo de unos instantes, otra se acerca por detrás y se funden en el mismo baile, sin conocerse de nada pero fruto ambas de esas gotas de armonía.
Fotos y más fotos, hasta que Mari nos lanza una frase que impacta en todos y arranca una ovación “los momentos son para vivirlos, no para guardarlos”, y esa frase me lleva a rincones de mi cuyas puertas me están esperando.
Todo Chambao parece uno, los teclados, la percusión, las guitarras y el viento, con un saxo y una travesera que nos transporta por la carretera de la voz de Mari para llevarnos una y otra vez a nuestra emoción.
Esta chica y sus compañeros se nos han metido en el bolsillo y escenifican perfectamente que la música no conoce fronteras, es la autopista a nuestro camino interior.
Salimos de la sala como si nos hubieran dado un masaje, reconfortados, emocionados, con esa serenidad a la que muy pocos son capaces de llevarnos.
Gracias Chambao por tan sentido viaje en el que os hemos vivido, no solo como guías sino también como compañeros.
Un guiño y una planta de maceta para Mari
Fotografía: Spree95 Magazine