Cartas desde el desierto, 2 de 2
Por Jordi Vilá
…Y llega la noche, y con ella su manto de estrellas, nunca antes vi un cielo tan preñado de ellas, ahora entiendo el asombro de los antiguos pobladores, su fascinación por esos astros que devendrían, quizás, dioses de sus culturas.
Y también sigue el silencio como fiel compañero del desierto, un silencio liviano que puede llegar a suponer la más pesada de las cargas, todo adquiere un cariz diferente, todo se torna incierto y también toma su sentido, el sentido de la Vida.
Noche y silencio tomadas de la mano, haciéndose confidencias, las confidencias que de normal me serían vetadas y aquí toman un sentido inusitado, aunque parezca imposible el silencio me permite escucharle y la noche me permite verla, con todos sus tonos, con su sobrio vestido de serenidad.
Y ahí de nuevo me siento parte de un todo mucho mayor, formo parte de ellos y de nuevo me acepto como soy y tomo consciencia de la persona que quiero ser, desde la serenidad de la escucha y la visión trascendente.
Es aquí donde veo realmente que la obra del hombre apenas forma parte de las últimas decimas de segundo en la hora de la evolución, que vulnerable puedo llegar a ser ante la fuerza de la noche, ante la rotundidad del Universo, aunque algún día pudiera llegar a pensar lo contrario.
La noche, el desierto y el silencio, que hermosa y serena combinación que puede llegar a ser aterradora, aquí no puedo huir de mi mismo, el ruido carece de sentido, simplemente desaparece para dejarme en mi propia compañía, viéndome como realmente soy, sin trajes ni máscaras que me pudieran ocultar.
En el momento narrado la Luna fue generosa y decidió dejar salir a jugar solas a las estrellas, y ellas formaron ese tupido manto que nada ni nadie puede perturbar, solo pensar que algunas de ellas ya no existen hace que se me erice el vello y me permite comprender que, por sorprendente que parezca, solo la forma en que miro las cosas me permite construir mi realidad.
Aquí están los cuatro, el desierto, la noche, el silencio y las estrellas, curiosos compañeros de viaje, reveladores y serenos, cuanto aprendizaje hay en ellos si así lo permito, todo es uno y formo parte de ello.
Gracias desierto, gracias noche, me habéis permitido ver aquél que soy y, sobre todo, aquel que quiero llegar a Ser.