Buena suerte, mala suerte
Por Jordi Vilá
Conozco a algunas personas que recientemente han pasado por auténticos calvarios, ya sea por pérdidas materiales, profesionales o personales, por reveses en su salud o en su economía o por otros aspectos que han hecho trastabillar su estabilidad.
Una de ellas, quejándose amargamente de su suerte tras un contratiempo de salud realmente importante, me confesaba que no volvería a su vida anterior ni loco. La definía como una vida que no era más que un burdo amago de ella, siempre supeditado a las exigencias de otros, sin poder Vivir con mayúsculas.
La conversación fue realmente interesante porque nos llevó a una serie de poderosas reflexiones que desembocaron en una pregunta: ¿estás seguro de que ese revés ha sido mala suerte?. Os puedo asegurar que en ese momento su cara cambió y su nivel de energía subió considerablemente; tomo conciencia de la fortuna que suponía para el haber tenido ese contratiempo, llegó a poderosas conclusiones y estableció un Plan de Trabajo que debería llevarle a su plenitud, a pesar de sus actuales limitaciones.
Muchas han sido las vidas que se han visto mejoradas con algo que, a priori, pensábamos que era una injusticia que nos llegaba por obra y gracia del destino, desde la pérdida de un trabajo a una grave enfermedad, desde una separación a otros aspectos que no entraremos en detalle pero que podrían ser considerados como escabrosos y, a todas luces nefastos por las personas que los sufrían.
La muerte de un ser querido que nos permite reconciliarnos con él, o encontrar la paz gracias a él, la ruina económica que nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos, la pérdida de un trabajo que nos conduce a descubrir otras formas de avanzar profesionalmente.
A nivel personal, la grave enfermedad de alguien muy querido que se tradujo en una muerte siendo muy joven, me llevó al reencuentro con otras personas muy queridas, al perdón, a la aceptación de la enfermedad como parte de la Vida, al crecimiento personal, a la relativización de las cosas, al cambio de prioridades.
El cuento sufí nos dice ¿buena suerte? ¿mala suerte? ¿quién sabe?.
Tu dices mala suerte y yo te contesto solo el tiempo lo dirá, por duro que ahora pueda parecer.