Asco y esperanza
Por Jordi Vilá
La foto que ilustra el presente post es del final de la segunda guerra mundial, en concreto de la liberación de un campo de concentración, es igual cual.
¿Por qué digo esto?, porque la similitud con lo que está pasando últimamente en Europa es excesivamente parecida y es que, experiencia en estas lides, ya tenemos por estas tierras: campos de trabajo, guetos y, en resumen, pozos en los que enterrar la dignidad humana.
Parece que la historia se repita, radicalismo, mentes estrechas, valores perversos que obedecen a dios sabe que intereses. La locura de unos pocos que somete a la gran mayoría, con gobiernos que miran hacia otro lado por aquello de mantener sus privilegios, con reyezuelos al frente.
Ver a personas como estas, las que están atravesando las alambradas en la frontera de Hungría, ponen los pelos de punta. Son hermanos que están sufriendo, que tan solo piden, como decía Jarcha (1976), Paz:
Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla
Dolor y miedo
Gente que sólo desea su pan,
su hembra y la fiesta en paz
No podemos tolerar esto, no podemos dejar que una pandilla de descerebrados campe a sus anchas y masacre a nuestros vecinos.
Esto está ocurriendo en todo el planeta, no es algo que sea próximo o lejano, ocurre en nuestro país (no hay más que ver la valla en Melilla) y ocurre en el otro extremo, y podríamos ver las explosiones en China o las atrocidades cometidas en Venezuela.
Lo primero es parar el golpe, alzar las voces para detener estas salvajadas y hacer lo que esté en nuestras manos para que así sea.
A medio plazo, educación y honestidad, empezando por nuestra propia casa. El futuro lo construimos hoy, educando a nuestros hijos en valores, en tolerancia, en diversidad, desterrando los radicalismos y la cultura del miedo, aquella que nos hicieron vivir durante tantos años.
Amor a lo que hago, amor hacia mis vecinos, tolerancia por sus creencias, sean cuales fueran y educar a los que ya son los líderes del futuro, ¿hay mejor receta?
Hay esperanza, siempre la hay, como bien nos enunciaba Viktor Frankl (1946), aunque esperanza sin acción es simple conjetura.
¿Qué haré hoy para aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos y garantizar que no volverá a ocurrir?