Alegría y la organización

Circo del sol-barras31 de diciembre, 18,00h., llevamos algún tiempo en el Palau St. Jordi expectantes por el espectáculo con el que el Circo del Sol nos va a regalar los sentidos. Todo acompaña, la amabilidad de las personas que controlan la entrada, sus sonrisas, la temperatura de la sala, las butacas…. y nuestra predisposición a disfrutar de ese regalo.

A las 18,00h., una música nos inunda de forma suave, entrando lentamente hasta llenarnos toda ella, mientras nuestros ojos bailan al son de unos cómicos-payasos que hacen la delicia de pequeños y mayores, profundizando en nuestra infancia y llevándonos allá donde, posiblemente, hacía tiempo que no estábamos.

Observo con detenimiento la pista, los artistas, me deleito con la música, con la voz de la cantante de blanco, que llega a situarme en un estado de absoluta presencia, con todos los sentidos a flor de piel, tan solo con la caricia de su voz, con la elegancia grácil que le lleva a la exquisitez.

Veo pasión en el escenario, todos los artistas en su sitio, con un nivel de concentración total, sin que se vea ni tan solo un ápice de distracción. Los percibo aquí, los percibo ahora, también en un estado de presencia plena y noto que no es trabajo lo que hacen, es más bien la expresión de su Ser y del Ser de sus sistema, del equipo en el que transmutan su individualidad.

Están volcados en su cliente, en el público, deseosos de mostrar su obra conjunta. Hay emoción en cada poro de las personas que disfrutamos de esta avalancha de sensaciones y que van, desde la admiración hasta la carcajada, pasando por la sonrisa, el vértigo y ¡como no!, la Alegría.

Todo está controlado, todo absolutamente ensayado, cada cual conoce perfectamente lo que tiene que ocurrir, el impacto que su actuación tiene en el resto de personajes y en el objetivo común y, sin embargo, no hay tensión si no una fluidez en la que nos dejamos mecer.

En uno de los números, se sitúan tres tríos en la pista, dos de las personas, uniendo unas pértigas de un material tremendamente flexible, que podría ser bambú o alguna resina, de unos 5 ó 6 metros de longitud, que impulsan al tercer artista a una altura considerable.

Se diría que en ocasiones levita y en otras vuela, haciendo mil piruetas en su camino, hasta que en uno de los tríos, los dos que sostienen la pértiga, ven que su compañero ha desviado su vuelo y, de una forma natural, varían el rumbo dando unos pasos laterales que permiten hacer un aterrizaje muy similar al previsto sin que se llegue apenas a percibir. Ante el imprevisto, reaccionan redefiniendo su guión: hermosura y flexibilidad.

La obra llega a su fin, miro la hora y los 10 minutos que han pasado, hacen que mi reloj marque las 20,30h. De nuevo, NO tiempo vivido.

¿Cómo conseguirás esta fluidez en tu equipo, qué es lo que necesitas?

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