A vueltas con emoción y razón
Por Jordi Vilá
La lectura de este artículo aparecido el 25 de mayo de 2015 en elconfidencial.com, junto con el debate con un alumno, me llevó una vez más a diversas reflexiones.
Emociones y razón son compañeros de viaje y no caben la una sin la otra salvo que busquemos el caos y la zozobra personal.
En el artículo Mario Alonso Puig nos habla de unas necesidades no cubiertas del directivo y las reacciones que este tenía, incluso de las de su jefe jerárquico. Bastó con escuchar y atender cuales eran, desde el más profundo de los respetos, para que se sintiera acompañado en su camino.
Necesitamos que ambos campos vayan de la mano, que las decisiones no sean tan solo racionales y las pasemos por el filtro de la emoción, como necesitamos que esas mismas decisiones no sean tomadas tan solo con el corazón y pasen por la razón, en concreto por el neocortex, auténtico director de orquesta de nuestro cerebro.
Un ejemplo bien documentado de las consecuencias de una lesión en la parte racional la tenemos en el caso de Phineas Gage, un obrero de ferrocarriles a quien un accidente lesionó el lóbulo frontal, anulando buena parte de sus funciones ejecutivas y de toma de decisiones, modificando de modo importante su personalidad, algo que le llevaba a tomar sus decisiones sin apenas participación de la razón.
Últimamente hablamos mucho de las emociones y de la necesidad de considerarlas, pero en ningún caso de dejar de lado a la razón. No es nueva la frase La virtud está en el punto medio, algo que refleja bien la gestión adaptativa de las emociones.
Son muchos los casos en que los gurús de la gestión se han dejado llevar por la ira y los efectos que de ello se han derivado, ¿qué hubiera pasado si esas emociones, esos impulsos, hubieran pasado por la razón?, pensemos en las personas con las que hemos trabajado y cuán distinta podría haber sido la relación y, con ello, la satisfacción en el puesto de trabajo.
¿Trabajamos porque una y otra vayan, por fin, en sintonía?