A vista de pajaro
Por Jordi Vilá
Ayer, en Vallvidrera, un barrio que no hace mucho fue un pueblecito cercano a Barcelona y separado de él por una carretera de pocos kilómetros, con unas vistas privilegiadas, desde donde tomamos conciencia de una serie de cosas que quería comentar aquí.
Veníamos pensando en nuestros pequeños problemas cotidianos, unos más acuciantes que otros, hasta que salimos a la terraza y vimos nuestra hermosa ciudad a los pies, en toda su enormidad y magnificencia. Desde aquí, no se veían los desconchones en los edificios, el urbano poniendo la multa o la parejita haciéndose arrumacos en la esquina; todo era una visión que nos permitía una visión rápida y global de la ciudad.
En esa visión, podríamos haber visto dos incendios de forma simultánea en cada punta de la ciudad, un barco atracando en el puerto, un avión aterrizando y un globo irguiéndose orgulloso entre los edificios, algo imposible con una visión desde cualquiera de sus calles. Era la Visión a vista de pájaro, la que nos permitía ver el elemento Barcelona en su globalidad.
Por el contrario, era imposible percibir la belleza de la fachada de la Casa Vicens, edificio Modernista de la calle Carolinas, esa jovenzuela con piercing en su oreja acompañando a un anciano o el niño jugando con su skate. La vista de pájaro nos circunscribía a la globalidad, la vista en el escenario nos permitía captar cada uno de los detalles.
Y ahora, ¿Cuál de ellas es la mejor?. Me atrevo a pensar que ninguna de ellas, ambas son complementarias y se necesitan la una a la otra so pena de perder buena parte de la información, tal y como ocurre con cualquiera de las situaciones que atravesamos en nuestra vida a la que, si queremos ver con la perspectiva y la información necesaria, es preciso ver desde su globalidad, su contexto, sus implicaciones, pero también profundizando en sus detalles.
Vi el colegio de mis hijos desde la distancia, perfecto en sus líneas y distribución, pero fui incapaz de percibir aquella sonrisa infantil en una cara traviesa, o aquel maestro moldeando la arcilla de la personalidad de aquel chaval; para eso, tendría que bajar al detalle y nadar en sus aguas.